El quinto puesto de la clasificación final engaña mucho: en realidad fue una temporada insulsa, desilusionante, y que empezó a marcar el camino de lo que estaba por llegar en la 2007-2008. La directiva está más pendiente de buscar un comprador para el club y la afición, que sufre un duro desencanto, ya no es la misma que aplaudió a los suyos en el último partido de liga, pese a estar el descenso ya confirmado matemáticamente.

Muñoz continúa con su modelo (con la excepción de Espárrago) en lo que a técnicos se refiere, y arriesga dando el banquillo a Oli, que de la noche a la mañana pasa de capitanear al equipo sobre el césped, a hacerlo desde el banquillo. A falta de grandes fichajes, la gran alegría la da la permanencia de Lucas Lobos en el equipo, que si en Primera se ha salido, en Segunda debe conseguir el ascenso en dos patadas. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que las patadas se las llevó él, por todas partes y de todos los formatos, y el flacucho argentino se pasó más tiempo en la enfermería recuperándose de la única estrategia en Segunda que hay para pararlo, que liderando el ataque de su equipo.

El equipo, pese a ser uno de los grandes favoritos, no carbura, las sensaciones no son nada buenas, y en el primer cuarto de liga, el Cádiz tiene que recuperar ya una importante distancia con los tres primeros. La gota que colma el vaso es el partido loco de Gijón: los amarillos se adelantan hasta tres veces, para terminar cayendo por un 5-4 que todavía hoy escuece recordar. La directiva ve que su equipo adolece de instinto asesino, y cesa al asturiano, para mayor gloria de los aficionados rojiblancos, archienemigos de todo lo que huela a oviedista.

Antonio Muñoz recurre entonces a Jose González, cuyo nombre ya sonó en verano. El artífice del ascenso a Segunda recupera los signos vitales del equipo, pero llega tarde: Almería, Valladolid y Murcia llevan ya una ventaja tremenda para las jornadas que se han disputado, ventaja que se iría ampliando aún más con el paso de los domingos. En febrero, el Cádiz debe visitar al Murcia y recibir al Almería. Si queda una oportunidad de subirse al tren, pasa por esos dos partidos.

Sin embargo, los de González caen en Murcia, y siete días después, reciben al Almería. A pesar de que la distancia en puntos es más amplia, se espera obtener un triunfo que recorte diferencias y que de algo de vida. Pero es sábado de carnaval, y ya se sabe. Empate y a pesar de que todavía estamos en febrero, el equipo se ha quedado ya sin aspiraciones reales.

De ahí al final, la agonía es insufrible para la afición. Conforme avanzan las semanas, la apatía es cada vez más patente en futbolistas, directiva e hinchada. Los partidos son monótonos y aburridos, carentes de toda emoción, y la sangría en las gradas cada dos semanas es imparable. Sólo el gran rendimiento de Pablo Hernández anima algo el cotarro, mientras que los otros llegados en diciembre (como Abel Buades o Neru), para dar el salto de calidad que faltaba para engancharse a la lucha por el ascenso, quedaron muy lejos de cumplir las expectativas.