Jugador fetiche de Carlos Orúe, fue el técnico jerezano el que empujó y peleó hasta que le trajeron al mediocentro que quería, temporada 2000-2001. Lamentablemente, no pudo jugar hasta que llegó la liguilla de ascenso por problemas administrativos: todo lo que se cuente de aquel terrorífico año a nivel institucional es poco.

Prueba de lo mucho que confía en él, es que, pese a esta situación, el sanluqueño disputa los seis partidos de liguilla. En Tarragona entra en la segunda parte para intentar reconducir el desastre, y luego jugaría los otro cinco completos. En los mismos, demostró el porqué de su fichaje: situado en el centro del campo, manejó a la perfección al equipo, siendo el eje por el que vasculaba todo nuestro juego. Salvando la distancia, era nuestro Xavi particular.

Como sabemos, el equipo no pudo ascender por un maldito gol. Pese a las dificultades que pasa la entidad, y que su gran valedor abandona el banquillo de Carranza, Ramírez permanecería en la entidad otra campaña más. En esta ocasión, se invirtieron los polos: la relativa calma fuera de los terrenos de juego contrastaba con el horrendo rendimiento deportivo de la plantilla, que no clasificacaría para la liguilla.

Como a todos, el mal juego generalizado y el baile de entrenadores le pasó factura, y le impidió brillar. Con Escalante tuvo un papel discreto; fue fijo para Jose Enrique Díaz, y con Sánchez Franzón pasa al ostracismo. Su etapa con el Cádiz terminaría tristemente, con una expulsión en Carranza frente a la Balona. Era la jornada 30, y el sanluqueño ya no volvería a vestirse de amarillo.

De Cádiz vuelve a su Sanlúcar natal, para que a mitad de temporada, vuelva a recibir la llamada de Orúe, que esta vez, se lo lleva al Ciudad de Murcia, otra vez en Segunda B (curiosamente, el único tanto que hizo en aquella campaña se lo enchufó al Cádiz). Otra vez titular indiscutible, inamovible, para llevar al club murciano de Quique Pina a la división de plata.

Categoría en la que jugaría los dos años siguientes, en el Xerez. Una vez más, es Orúe el que le lleva de la mano. Sin embargo, en Chapín, no goza de la continuidad necesaria, y cuando los azulinos cesan al técnico, se queda sin apoyos, siendo cedido al Zamora. Regresa otra vez al Xerez, donde vuelve a pasarle lo mismo. En este caso, otra persona clave en su carrera, Alberto Ferri, lo pesca para el Alcoyano, donde sin embargo, no jugaría nada.

Pasa ahora al Ceuta (Orúe otra vez reclama su fichaje), para luego itinerar por varios equipos: Sanse, Portuense, Sanluqueño, Talavera, Toledo y de nuevo Sanluqueño. Tuvo la mala suerte de descender (salvo en Talavera) con todos ellos, si bien también fue clave para devolver al Toledo a la categoría de bronce.

En su última etapa en el Sanluqueño, de nuevo en Segunda B, sufrió una lesión de rodilla en febrero que le impidió participar más en esa campaña, al final de la cual, decidió colgar las botas (tenía 34 años).