Centrocampista argentino de contención, aunque también se le asignaban tareas en la construcción del juego ofensivo. Casi siempre le tocaba hacer un trabajo oscuro.

Ormazábal fue una de las pocas peticiones expresas, con nombre y apellidos, que le fueron concedidas a Javi Gracia cuando este pasó a dirigir el banquillo cadista. El técnico navarro lo había tenido a sus órdenes en su anterior equipo, el Pontevedra, y no descansó hasta que se confirmó la cesión del centrocampista (el club gallego no accedió a traspasarlo).

En su primera temporada en Carranza brilló con luz propia. Se le veía por todo el campo, ya fuera bregando para abortar las acometidas contrarias, como incorporándose al ataque y empezando las jugadas ofensivas de su equipo.

Pero claro, llegó la temporada 2009-2010. Ormázabal fue uno más de los que repitió de un año para otro (como sabemos, el plantel no fue renovado acorde a la nueva categoría). Gracia tuvo que montar incluso en cólera para que el argentino volviera a estar en el vestuario amarillo, y el Pontevedra accediera de nuevo a su cesión. Lamentablemente, como el resto de sus compañeros, su rendimiento fue muy distinto al de la campaña anterior.

Ormazábal fue uno más de los damnificados por la mala planificación de la plantilla, y el argentino se las veía y se las deseaba para poder ayudar en la destrucción en la línea medular, ante la incapacidad técnica del equipo, a la que él ayudaba. En ataque, prácticamente no hizo nada en toda la liga, si no contamos que un gol suyo propició la primera victoria de la temporada, frente al Recreativo. Despedido su principal valedor, Espárrago siguió contando con él, pero casi siempre para entrar en las segundas partes, cuando no se quedaba directamente en la grada, en aquellas extrañísimas rotaciones del uruguayo.

Confirmado el descenso, como la inmensa mayoría de sus compañeros, se le enseñó la puerta de salida, que para él estaba aún más fácil, ya que, como hemos comentado con anterioridad, jugaba en el Cádiz en calidad de cedido.