Delantero de muchísima movilidad y calidad, típico jugador bajito, ratonero de área, que se movía mejor como segundo delantero o llegando desde una banda, que siendo la referencia en punta del equipo, el hombre que fija a los centrales.

Tras cuajar una campaña espectacular en el Castellón, varios clubes de Primera se fijaron en él, hasta que fue finalmente el Almería el que se hizo con sus servicios. Sin embargo, pronto se vio sin sitio en un Almería que se salía en Primera y en el que jugaba todo un jugador como Negredo, el club rojiblanco le buscó una cesión. El Cádiz pujó fuerte por él, buscando llenar el hueco dejado por la marcha de Lucas Lobos.

Natalio hizo un efecto gaseosa vistiendo la camiseta del Cádiz. Llegó con muchísima fuerza, y realmente dio esperanzas a la afición de que con él, formando pareja con Dani, reengancharse a la lucha por el ascenso era posible.

Pero cual rey Midas a la inversa, todo lo que el Cádiz tocaba aquel año, se terminaba estropeando. Con el paso de las jornadas Natalio se fue contagiando del mal ambiente de unos, y la desidia de otros, hasta quedar como una caricatura del jugador que deslumbró en Castalia.

Lo cierto es que su fracaso en el Cádiz no fue casualidad. De vuelta a Almería, fue nuevamente cedido, al Córdoba y al Real Murcia, donde tampoco fue el jugador determinante que se esperaba de él.