Después de contar lo que pasó el domingo frente al Racing, se hace casi imposible desarrollar crónica alguna del partido de hoy en Eibar, mucho peor todavía. La revolución total que aplicó Paco López (muchos bandazos ya de entrenador desesperado) y el debut de Kovacevic por citar algo, en un desierto de juego, posesión y sobre todo peligro. El portero del cuadro armero podrá aprovechar la ropa que se puso hoy para el fin de semana: apenas se tuvo que emplear en todo el duelo. El Cádiz ofrece un encefalograma plano y da menos miedo que un niño de tres años en la noche de Halloween. Bueno, no da miedo a los contrarios, porque a los aficionados propios los tiene temblando.
La caída del equipo amarillo no tiene fin, ya está antepenúltimo después de esta pésima racha de un punto de los últimos quince posibles, y lo peor, es que no se atisba solución alguna. La directiva, que ya mostró su parálisis en los larguísimos tres meses que tuvo para preparar la transición de categoría, no va a cambiar ahora, y los jugadores están totalmente muertos. El domingo todavía hubo alguno que se pudo salvar, hoy es imposible nombrar un solo hombre que hiciera algo mínimamente destacable.
Paco López, no sabemos si por repartir esfuerzos, o si por intentar en un lienzo nuevo visto que lo anterior no carbura, cambió completamente la cara de la alineación inicial, tocando incluso al portero. Alineaba por primera vez al central balcánico, salían de inicio futbolistas como De La Rosa, Zaldúa, Sobrino, Iván Alejo, Escalante o San Emeterio. Y este once ofreció buenas sensaciones en el primer cuarto de encuentro. Presión bastante alta, llegadas con relativo peligro, y cierto dominio de la situación. En apenas dos minutos, Escalante tenía la primera ocasión, a manos de un centro de Iván Alejo. El argentino volvía a ser el que tuvo la ocasión más clara en el minuto 21, y este vez fue Fuzato el que se la desbarató.
Pero hasta ahí. A partir de entonces el partido empezó a trabarse, y se pasó a jugar más a lo que querían los armeros. Lo que enseguida les dio resultado. A la media hora, una buena jugada de circulación de balón local culimó con Corpas tirando un poco como pudo, para que Caro, otra vez como le pasara en la jornada inaugural, fallara dolorosamente y dejara que el cuero, que tampoco iba ni muy fuerte ni muy colocado, se le colara entre las piernas.
Este equipo es ahora mismo un barquito de papel a la deriva, y con este golpe ya se fue a la lona. Para siempre. Ni tan siquiera el tanto encajado espoleó a los visitantes, que se mostraban totalmente romos en ataque, y sin mostrar plan alguno que pudiera llevar el esférico en condiciones de peligro a sus delanteros. Es imposible recordar no ya una ocasión, sino casi que Chris Ramos tocara pelota alguna.
El descanso no sirvió para hacer reset de ningún tipo, y los cadistas siguieron dando entre pena y vergüenza ajena, incapaces de complicar en absoluto al meta del conjunto vasco. El técnico no tuvo más remedio que dejarse de experimentos, y dar entrada de golpe a Ocampo, Ontiveros y Carlos Fernández. ¿Piensan ustedes que cambió algo el decorado? Ni un ápice. Es verdad que Escalante de nuevo tuvo la mejor oportunidad, cuando en el minuto 65 obligó al meta local a realizar su mejor intervención tras un potente chut. Pero eso fue todo.
Ontiveros intentó tomar la batuta de los suyos, pero estuvo a años luz de lo que ha mostrado en jornadas anteriores, y no encontraba tampoco socios que le acompañaran. Se fueron incoporando otros pesos pesados como Kouamé y Melendo, pero el cuento trasncurrió igual. Media hora de puro desierto, a pesar de ir por debajo en el marcador y ya bastante enterrado en arena en la clasificación. Pero la caída, no cesa.
Ustedes no querrán, pero el fantasma del terrible bienio 92-94, exactamente treinta años después, parece que se nos está volviendo a aparecer.
Foto: cadizcf.com