Cuando no puede el fútbol, que sea la fe. El Cádiz tenía mucho que perder y poco que ganar en el partido de ayer. Recibía al último clasificado, lo que a priori obligaba a ganar. Lo hacía además después de las últimas decepciones contra el Mirandés y el Logroñés en Copa.
Pero es que además, tras una jugada larguísima de VAR, el rival se quedaba con uno menos tras una entrada durísima que por si fuera poco, se llevó por delante a Nano Mesa. Un montón de incidencias y más obligación todavía de ganar.
Los visitantes aguantaron muy bien la primera parte llegando incluso a los dominios de Cifuentes, pero en la segunda, tras el cambio de Cervera de Garrido (antes del descanso, lo nunca visto), el partido se convirtió en un monólogo en el que los amarillos tenían el balón todo el tiempo y tenían que encontrar por donde abrir la lata, ante diez rivales en apenas unos metros. Vamos, el escenario más contrario al fútbol que le va a este equipo.
Como bien dijo Cervera, al Cádiz le faltó mucho fútbol, y aunque lo intentaba de todas las maneras, era incapaz de encontrar el camino de los tres palos. Todos los cadistas nos íbamos desesperando viendo como se nos podían ir dos puntos, cuando esta vez el descuento nos devolvió lo que nos quitó en anteriores días. Un derechazo de Cala, que como él mismo declaró, iba con la fuerza de todos los aficionados, llevó el balón al fondo de las mallas y la locura a las gradas.
Un balón de oxígeno para volver a la senda y esencia de este equipo, que tiene derecho a seguir soñando con todo.
Foto: cadizcf.com