Uno de los mejores fichajes ya no del mercado invernal, sino de muchas de las ventanas de enero en muchos años. Aún estando en el círculo de Pina (había jugado en el Granada y provenía cedido del Udinese), el venezolano ilusionó como nadie desde el mismo momento que se anunció su fichaje. Pronto empezó a dar motivos para ello.
Tan pronto como que en su primera semana, fue convocado, titular, y fue el único que no naufragó en el partido en el Tartiere, marcando en su primer encuentro con la camiseta amarilla. Toda una declaración de intenciones de lo que habría de venir, que confirmó una semana después con otro gol, este en Alcorcón, que si dio tres puntos a los amarillos. Dos goles en una semana, más que otros muchos en varios meses.
Y cuando no marcaba, como en el 2-0 frente al Tenerife, volvía loca a la defensa rival con sus carreras imposibles y sus regates hacia dentro. Que alegría volver a ver esa capacidad de desborde por la banda no solo en carrera sino también en seco. Simplemente espectacular.
Se corona en Las Palmas donde firma un hat-trick con algún sencillamente impresionante. Pegada, velocidad, potencia, definición. A veces su superioridad es insultante. En apenas unas semanas ya era máximo goleador junto con Vallejo.
Por desgracia, también mostró su cara B, que es su irregularidad. En el mes de mayo su rendimiento bajó notablemente, perdiendo parte de la capacidad de desborde que había mostrado en sus primeras actuaciones. Imposible discutirle nada con la que había liado con su llegada, pero de repente, se le echa en falta cuando aún está en el campo.
El epílogo de su corta estancia en el Cádiz terminó de forma rara, con su salida anticipada del equipo cuando éste se estaba jugando el pan por ser convocado para la Copa América con su selección, algo ante lo que el club nada pudo hacer. Terminada la competición y todavía en el torneo con su país, anunció su marcha, que estaba cantada y se veía venir. Demasiado para Segunda.
Foto: La Voz