Unos dirán que era un genio, otros que muy irregular, pero lo que es seguro es que no dejó indiferente a nadie. Venía en teoría con la vitola de ser un jugador de destrucción, pero nada más alejado de la realidad. Resulta que el Cádiz había fichado a todo un artista del balón, que habría de dejar momentos para el recuerdo sobre el césped: regates en el campo propio con dos contrarios, túneles, sombreros...Abdullah se permitió licencias de esas que maravillan al público pero que a la vez hacen tirarse de los pelos a sus entrenadores...y sus aficionados.
Pero siempre falta algo, siempre queda la sensación...de que el centrocampista se guardaba algo, no terminaba de romper. En su segunda temporada de amarillo, con el drama de la pérdida de Jose Mari, muchos ojos viraron hacia él, pero el de Comores, lo dicho, no terminó de dar el paso adelante que se veía que podía dar. Recibió varios toques en público (tanto de Cordero como de Cervera), y tanto se marcaba un señor partido como pasaba totalmente desapercibido por el campo.
El mejor adjetivo que le podemos poner después de dos años es el de irregular, algo que se ve que no es del agrado ni de Cordero ni de Cervera, que acordaron no ofrecerle la renovación. Lo echaremos de menos seguro. ¡Suerte!
Foto: La Voz