Hoy se cumplen cuatro años de aquel fatídico comunicado oficial del club, en el que se confirmaba lo que ya todo Cádiz sabía: Lucas Lobos abandonaba el club, en una venta, cuando menos extraña, al Tigres mexicano. Meses antes equipos de Primera como Betis, Getafe o Mallorca se habían interesado por él, pero se les cerró la puerta, y de repente, y en medio de la temporada, era vendido alegando que "no se podía cortar su trayectoria". Aquello olió a cuerno quemado, y más aún produciéndose en el mercado invernal.
El cuerpo técnico de entonces, encabezado por Antonio Calderón, hizo mutis por el foro ante la amputación del único jugador que mostraba algo diferente para romper los partidos.
La penitencia llegó meses después: a partir de entonces el juego del conjunto amarillo se fue deteriorando hasta pasar de pelear por subir, a verse cada vez más abajo. Para cuando se quiso reaccionar, lo que era imposible, lo que se arreglaría "ganando el domingo" se consumó: el Cádiz regresaba al infierno de la Segunda B, del que tanto le había costado salir.
Días atrás veíamos a Lobos recoger, como capitán, el cetro de campeón del torneo azteca. Por lo visto a él le vino bien el traspaso, a nosotros, está claro que no.
Vuelve cuando quieras (si es que estás tan loco para querer)