Jugador imprescindible en la historia cadista, uno de los mejores laterales derechos que vio nunca la grada de Carranza.

Llegó en la temporada 54-55 (tras un periodo de prueba que convenció de sobra al técnico Diego Villalonga) y fue uno de los pilares de un ascenso a Segunda que se llevaba esperando más de una década en la ciudad.

Físicamente era un auténtico derroche de energía, un tren imparable cuando arrancaba por la banda. No muy dotado técnicamente, eso hacía que todos los años el club fichara a otro jugador en su puesto para sustituirle, pero ningún entrenador encontraba recambio a su presencia inconmensurable en la banda.

Su baja, dada por Camilo Liz, fue muy criticada, ya que se le consideraba una pieza fundamental en el esquema del conjunto amarillo.

Fallece el 18 de agosto de 2017 a los 84 años.