Tras una carrera incuestionable en el Salamanca, Sevilla (con el que jugó en Primera), Recreativo y Poli Ejido, Toedtli llegaba al Cádiz con más de 32 años, en un ambiente enrarecido por el calamitoso descenso a Segunda B, categoría en la que, por cierto, nunca había militado.

Sin embargo, desde el principio quedó claro que, no sólo se adaptó de maravilla: dejó claro además a los que podían dudar de su rendimiento por su edad, que el grupo IV se le quedaba muy pequeño. Sus goles fueron uno de los secretos para que el Cádiz bailara a casi todos sus rivales. Muy pocos delanteros marcaron más goles que él en la categoría esa temporada (fue cuarto máximo goleador del grupo donde competía el Cádiz), y coronó una fantástica temporada haciendo el gol, frente al Real Unión de Irún, que significaba el ascenso de nuevo a la Segunda División.

De vuelta al fútbol profesional, y teniendo que jugar en un conjunto claramente inferior a sus rivales (justo al contrario de lo que había ocurrido el año anterior), el pájaro no se amilanó, aunque, desgraciadamente, no pudo dar el mismo nivel. Su espalda empezó a fallar, y hubo partidos en los que estuvo claramente mermado, aunque su espíritu de lucha se mantuvo inquebrantable. Ahí quedan los seis tantos que hizo, pese a todo, y con los que intentó ayudar para una permanencia que al final, fue imposible.

De regreso al barro de la Segunda B, el club volvía a contar con él, y comenzó la pretemporada, pero enseguida comprendió que su cuerpo había dicho basta. El club no le hizo ficha en septiembre, con esperanzas de que en el mercado invernal pudiera reincorporarse, pero no había nada que hacer. Tocaba emprender una nueva etapa.