De héroe a villano, en apenas unos meses, como casi todos los jugadores que repitieron del Cádiz de 2008 al de 2009.

Guardamenta de gran envergadura, alto y fuerte, que llega a Carranza en el verano de 2008, cedido por el Espanyol. La portería amarilla se ha quedado vacía tras la desbandada producida tras el desastroso descenso en Alicante: Armando ya se marchó en el mercado invernal, Contreras se retiró y Limia regresó a su país.

Portero indiscutible en el ascenso culminado en Irún, los resultados positivos y el buen hacer de su defensa taparon los pocos fallos que tuvo.

Pero en Segunda División la tormenta cayó sobre él. Tenía la competencia de Dani Miguélez (para el que algunos pedían ya su puesto el año anterior) y del checo Zlamal. Javi Gracia, tras confirmarse de nuevo la cesión del arquero catalán, no dudó ni siquiera en que él volvería a ser el que se pusiera bajo palos. Pero una defensa lastimosa puso en evidencia todas sus carencias, que fueron más que las virtudes. La afición lo criticaba casi de continuo, y no ayudaba sus errores puntuales que terminaban de desarmar a un equipo blandito de por sí. De poco valían las buenas paradas con las que también se lucía, ya que las alternaba con errores garrafales, especialmente por alto, que encendían las iras del respetable.

El ambiente se hizo ya insostenible para Casilla cuando su propio público empezó a abuchearle en casa. La goleada en el campo del Betis por 4-0, en la que se "comió" un gol olímpico, fue su puntilla. A pesar de que Dani se había salido del tiesto con unas declaraciones muy feas por su suplencia, Espárrago no tuvo más remedio que dar un relevo en la portería. Para más inri de Casilla, el canterano cadista tuvo actuaciones excelentes, y sobre todo, no cometía errores de bulto, el gran problema de Casilla. Muchos aprovecharon entonces para hacer, más aún, leña del árbol caído. Terminaba así la relación de Casilla con el Cádiz, y no lo hacía en buenos términos.

Pocas semanas después el guardameta, al que hay que reconocerle que estuvo correctísimo y jamás entró en ninguna polémica, ni con el público, ni el entrenador, ni sus compañeros de posición, se tomó callada venganza en el Trofeo Carranza 2010, en el que estuvo soberbio, tanto en la final como en la posterior tanda de penalties, resultando determinante para que el Espanyol se llevara la gran copa.

Su posterior carrera le da la razón a quienes gustaban de el como guardameta.

Ha sido internacional sub21.