Todo un clásico de Primera División, y una de las últimas joyas de la cantera cadista que salvó al equipo en su época dorada de finales de los ochenta. Con una proyección imparable, marchó, junto con Kiko, al Atl. Madrid tras consumarse el descenso a Segunda y la compra de Gil del Cádiz.

Su estancia en el Manzanares duró sólo una temporada, ya que no cuajó en el equipo colchonero. Pero fue sólo un paso atrás, que recuperó enseguida. De ahí pasó al Valladolid, donde se mostró como el jugador polivalente y con mucha llegada que fue. Sus éxitos en Pucela le valieron para fichar por el Sevilla, en el que puso su granito de arena para volver a la máxima categoría, y posteriormente en el Rayo, en el que también tuvo un papel destacado.

Regresó al club tras una extensa y brillante carrera en la máxima categoría, en 2003 (tras el ascenso a Segunda), pero su rendimiento, lastrado por unos graves problemas de rodilla, no fue el mismo que en sus primeros años vestido de amarillo.