Cualquier cadista que se precie, se pone de pie al hablar, u oír hablar de Oli. El asturiano conquistó el corazón de toda la grada, que para siempre lo considerará un héroe.

Surgido de la cantera del Oviedo, fue un clásico de nuestra liga, metiendo goles como churros en el equipo carbayón y posteriormente en el Betis. Cumplidos los 31 años, recibe la llamada del Cádiz, y que regresa a Segunda después de muchos años. Su fichaje despierta ciertos recelos: su edad levanta sospechas en más de uno, que piensa que puede venir a aprovecharse.

Sin embargo, Oli demuestra casi desde el primer día que es un profesional, y que viene a Carranza a pelear como el que más. Vaya que si pelea. Nunca fue un nueve muy técnico, pero la grada vibra viéndole perseguir como un jabato hasta el último balón, echándose el equipo a la espalda, conminando a sus compañeros a que den dos pasos más y presionen todos a una. Verle mandar y comandar a los suyos es todo un espectáculo, y el derroche de energía que da en cada partido sonroja tanto a otros con muchos menos años, como nacidos en el Puerta del Mar y que, se supone, deberían estar más implicados que un tío de 31 años llegado de la otra punta de España.

En apenas unas semanas ya es capitán del equipo, y el icono preferido de sus fieles. Y es que Oli significa mucho más que coraje y pundonor. Oli representa los nuevos tiempos que corren en el Cádiz CF. Tras nueve infames años, la afición está harta de ver pasar ante sus ojos jugadores muy mediocres, y que para colmo, lo cobran calentito y apenas sudan la camiseta. O bien, en cuanto uno despunta, vuela para equipos con miras más altas.

Y de repente llega un jugador conocido por toda la España futbolística, que se está dejando la piel vistiendo una camiseta amarilla, y con el que se ganan partidos. De repente, el Cádiz ya no es meramente vendedor, se puede permitir atraer hombres de calidad, hombres con nombre, hombres que ponen lo que hay que poner en el campo.

Le caen incluso coplas de carnaval, tanguillos que alaban eso, el hecho de que un veterano "foráneo" como él, haya hecho por el Cádiz mucho más que otros que lo han mamado toda la vida. Sombrerazo.