Llegó de los últimos (en el verano de 2019) pero fue de los primeros durante la temporada. Conocido de Cervera, que lo hizo debutar en Tenerife, el canario es una anguila, un jugador eléctrico, con una velocidad endiablada y una arrancada de atleta. Capaz de inventarse goles de media chilena como hizo el mismo día de su debut, frente a la Ponferradina en la jornada inaugural, para culminar una remontada difícil.

Con tanta competencia en el puesto le costó entrar en las alineaciones como titular, pero aprovechaba sus múltiples oportunidades desde el banquillo, como en Almería donde sirvió el gol al Pacha que daba la victoria en el campo del segundo, y con uno menos. Y dos semanas después, su primer gol de amarillo en la histórica victoria en La Romareda. Daba gusto verle hacer kilómetros.

Jugaba casi siempre, pero es verdad que no terminaba de enganchar con el gol. Proponía mucho fútbol y no se cansaba de correr por el campo. Jamás se quejó de si jugaba poco o mucho, y su entrenador no tenía más que palabras de elogio para él.

Un hachazo de un rival (frente al Racing, que le costó la roja al contrario) le dejó noqueado algunas semanas, pero volvió como si nada hubiera pasado, volviendo a aportar al equipo su frescura y todas sus ganas.

Tras el parón se convirtió en titular y lo dio todo en cada partido, pero ante la falta de gol (no marcó tras el confinamiento) volvió a entrar en las segundas partes. Igual, en cada partido se vaciaba hasta dejarse el alma.

La alegría del ascenso se le tornó en agridulce cuando las redes sociales, siempre cuales, se cebaron por él, simplemente por como exteriorizó su alegría. Le acusaron de consumo de cocaina, y el jugador decidió someterse y publicar un test de drogas para demostrar que estaba limpio.

El canario se despidió del cadismo en redes sociales ya que parecía que sería el único cedido por el que el Cádiz no podría ejercer, debido a las exigencias de su club, el Eibar, la opción de compra. Finalmente armeros y amarillos llegaron a un acuerdo y el delantero se quedaba también para el proyecto en Primera.

Una operación que vista primero con buenos ojos, terminaría siendo muy cuestionada primero, y criticada después, y es que nunca terminamos de enterarnos bien en los términos en los que se producía. El Cádiz no estaba obligado (y era raro entonces, con los contratos que se comían Cordero y Enrique en este sentido) a ejercer la opción de compra, pero no solo la ejecutó, sino que además se extendió hasta 2024, cuatro años más, que poco después se rebelarían más que excesivos, y que ya en su momento, hicieron a muchos aficionados arquear la ceja. Una cosa era el buen rendimiento dado en Segunda para ascender, y otra, ese contrato de tan larguísima duración, para estar en Primera.

Y es que es complicadísimo de explicar lo que ocurrió con este futbolista. Después de ese contrato, Cervera lo descarta pero el club no lo puede colocar, y se lo tiene que quedar la primera mitad de la campaña, en la que juega 27 pírricos minutos, repartidos entre diez minutos contra el Villarreal, y otros 17 en Copa contra el Ribadumia (ni siquiera en un partido así, fue titular).

Por fin, en el mercado invernal la secretaría técnica consigue colocarlo en el Logroñés como cedido como mal menor. Su rendimiento fue aceptable sin más, y en el verano de 2021, la directiva se vuelve a encontrar con el mismo problema con el jugador canario. Esta vez, eso sí, consiguieron de nuevo cederlo, ahora en el Real Zaragoza, en el que también tuvo una actuación discreta (maldecido encima por muchas lesiones).

Acabada la temporada, otra vez la misma situación. El jugador vuelve de nuevo a la disciplina amarilla (aún le quedan dos años más!), y si Cervera no contaba con él, no digamos Sergio González. Por fin, a la tercera fue la vencida, y el club consiguió rescindir el contrato del jugador, en uno de los fichajes más inexplicables (y mira que ha habido) de la era Vizcaíno.