Muy poquito vimos del suizo en el Cádiz. Empezó con mucha fuerza siendo titular en los partidos iniciales de la competición, pero enseguida fue devorado por Cala, Mauro y Fali, por ese orden, que iban por delante de él. Mucha competencia por una posición cubierta como nunca en el equipo.

Para colmo cayó lesionado al poco de empezar la competición, lo que terminó de hundirle. Estuvo literalmente tres meses sin jugar, siempre a la sombra de sus compañeros (incluso Sergio González le adelantó por la derecha), hasta que las lesiones le abren la puerta de nuevo en noviembre, cuando sorprende en la titularidad frente al Lugo. Se le notó mucho la inactividad y no dejó buenas sensaciones, con un error muy grosero que costó el tanto de los gallegos.

Tampoco tuvo mucha suerte que digamos. Una semana después en Fuenlabrada, salía de nuevo en el once, pero antes de la media hora era expulsado. Y poco después se volvía a lesionar cuando iba a sumar más minutos en Copa. Calamidad tras calamidad.

Curiosamente, y aprovechando las lesiones de Fali y Mauro, fue de los pocos que se salvó en enero, y en particular en el naufragio en casa frente al Mirandés (3-3) no solo en defensa, donde aprobó pese a los tres goles encajados, sino también en ataque, haciendo su primer gol de amarillo.

Tras el confinamiento jugó algunos partidos más, siempre con la “baza” de que Garrido seguía lesionado, pero continuó en una línea de bajo perfil.

En su segundo año en la entidad, sin sitio en el equipo de Primera, fue cedido primero al Cartagena, y luego al Emmen holandés, sin que apenas contara en ninguno de los dos conjuntos. Tras esto, el Cádiz decidió rescindir su contrato.