El desmembramiento del Reus permite a muchos equipos, entre ellos el Cádiz, pescar entre sus desencantados jugadores, y los amarillos se traen a Querol, para intentar solucionar el problema de sequía de los delanteros amarillos.

Cervera contó con él desde el mismo día que llegó, haciéndolo debutar primero en Oviedo desde el banquillo y luego en Alcorcón de titular, pero le costó entrar en juego y entender las ideas de Cervera. Contra el Córdoba falla un gol clamoroso, pese a que Cervera sigue insistiendo en él. En el juego del equipo contribuye y lucha, pero la pelota no entra y le toca también rotar en el banquillo.

Su momento de gloria le viene en Riazor. Cervera, que para esto tiene ojo, lo saca inmediatamente después del gol local, y el catalán se inventa un tanto espectacular, aplaudido incluso por la parroquia deportivista, que salvaba un punto para los amarillos. Un tanto que le valió para ser titular una semana después. La falta de gol es tan acuciante en el Cádiz a estas alturas que cualquiera que muestra un mínimo, se gana el puesto.

Lástima que el delantero catalán ensombreciera su fantástico golazo terminando él una contra de forma egoísta y absurda cuando tenía una compañero a cada lado, y que podría haber supuesto la victoria y quien sabe, si el puesto de playoff que luego ocuparía el Deportivo. Inaceptable su elección envalentonado seguramente por su gol.

De ahí hasta el final, Cervera contó con él para todos los partidos, aunque no volvería a marcar. Fue titular en el último duelo en Gijón, saliendo damnificado de aquel horrible encuentro en el que el Cádiz se terminó de dejar sus opciones de playoff.

Sin embargo, en la temporada siguiente, el año se queda sin calificar para el catalán, que tras los fichajes en la delantera, quedó relegado a una función meramente testimonial, como el día que tuvo que jugar en Alcorcón, en medio de aquel horrible naufragio. Ni siquiera para eso tuvo suerte. Cuando reapareció, le tocó hacerlo en Fuenlabrada, otro partido horrible para olvidar.

Su suerte parecía cambiar en Oviedo, (curiosamente, el campo en el que debutó como amarillo), cuando hizo el tanto que certificaba la victoria en el Tartiere. Su caso es digno de estudio. Después de ese partido jugó otros tres, y marcó en todos ellos, sumando cuatro dianas consecutivas (Oviedo, Lealtad, Numancia y Logroñés). Desde luego, en promedio de goles por minutos, líder indiscutible.

Pero ahí terminaba todo. Fue de los primeros en ver la puerta de salida cuando tocó hacer sitio para los nuevos en el mercado invernal, y fue cedido al Albacete, donde disputó 50 pírricos minutos en toda la segunda parte de campeonato (repartidos en dos partidos).

De regreso a Cádiz tras el flamante ascenso a Primera, es descartado desde el primer momento, aunque tocó, como pasó con otros muchos, esperar hasta el último momento para certificar su rescisión.