Uno de los grandes fichajes de la campaña, cedido por el Girona, era el futbolista perfecto para Cervera. Bajito, habilidoso y rápido, sobre todo muy rápido.
Llegaba con la liga empezaba y encima lesionado, por lo que le costó mucho entrar en juego. Poquito a poco, primero desde el banquillo, y luego como titular, habría de hacerse con la banda izquierda y ser uno de los puntales del equipo en ataque.
Por fin en Lugo es titular (lo fue antes contra el Sporting pero fue sustituido) y casualidad o no, el Cádiz ganaba aquel día para comenzar una racha de resultados excepcional. Velocidad de vértigo y regate, sus cualidades empiezan a brillar. Una semana después contra el Elche, lo mismo, partidazo, descarado, rápido, eléctrico.
Su rendimiento fue tan alto en esta etapa que hubo miedo de perderlo en el mercado invernal. Se rumoreó que el Girona, su club de origen, podría repescarlo para jugar nada menos que en Primera y acortar así la cesión, viendo su gran momento de forma, pero al final todo quedó en un susto y el tinerfeño finalizó la campaña en Carranza.
Tras una sanción por una expulsión absurda volvió pronto de nuevo, marcando además frente al Tenerife y de ahí hasta final de liga, lo jugó prácticamente todo. Un estilete por la banda izquierda del que Cervera no se atrevió a prescindir en ningún momento.
Tales eran sus prestaciones que ni siquiera la aparición del vendaval Machís le apartó de la titularidad. Cervera se buscó las vueltas para que ambos cupieran en el once, en lo que hubiera sido un verdadero disparo en el pie prescindir de uno de los dos. Incluso cuando el equipo naufraga en general, el extremo suele siempre destacar y mostrarse y ofrecerse.
No solo eso, en un mismo partido es capaz de empezar como extremo izquierdo y marcando un gol, y luego ponerse como lateral izquierdo y ayudar abajo. Tiene gasolina y velocidad para eso y para más. Un derroche de cualidades técnicas, tácticas y físicas.
Hasta el último día en Gijón lo estuvo intentando, una isla en un océano de desgana que fue aquel partido. En resumen, temporada más que brillante del tinerfeño al que nadie extraño que su club de origen, el Girona, lo reclamara, ahora sí de forma definitiva, como una de las piedras angulares del club catalán en su retorno a Segunda División.
En la locura del mercado de verano del coronavirus (que se cerró a primeros de octubre), Jairo, cuyo nombre ya venía sonando desde hacía varios días, regresaba (en forma de cesión) a la disciplina cadista, ahora para jugar en Primera, y siendo deseo expreso de Cervera, al que se le caían los halagos hacia él.
En su segunda etapa como cadista, la experiencia no fue tan gratificante en el terreno nivel individual, pero mucho más positiva a nivel colectivo. Jairo puso todo de su parte para triunfar con el Cádiz CF en Primera. En voluntad, sacrificio y compromiso pueden igualar pero no ganar al extremo canario, pero en Primera se exige más para ser un fijo en el once.
Y es que Jairo ha sido uno de esos jugadores en los que se notó sobremanera el salto cualitativo entre una y otra división. Más allá de eso, nada se le podía achacar porque siempre se dejó la piel. Incluso le tocó jugar en posiciones no habituales para él como la de lateral izquierdo. Ganas e interés jamás le faltaron. Pero de nuevo, estuvo muy lejos de brillar a nivel individual.
Tras acabar la temporada, el Cádiz le mandó sus mejores deseos, pero sin ningún interés ya en retener al jugador, que regresaba al Girona tras la cesión.
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CREACIÓN FICHA: 28/08/2018
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