Cuando el capítulo de porteros parecía cerrado para la temporada 2015-16, con los fichajes de Cifuentes y Guille Lara, irrumpió, de la noche a la mañana, la figura de Pol Ballesté, que dejaba a cuadros a todos los que ya daban por cerrado el debate del arco.

Y es que el guardameta catalán, pese a su juventud, venía avalado por una trayectoria muy destacada en las categorías inferiores de Español, FC Barcelona (donde estuvo siete temporadas) y Málaga (a cuyos escalafones inferiores llega en el verano de 2012), club que lo había cedido el año pasado al CD El Palo (disputó toda la temporada como titular con sólo 19 años y entrenaba una vez en semana con los blanquiazules) y que ahora hacía lo propio en el Cádiz.

Los rectores malaguistas, en su convicción de que Ballesté es una figura de futuro, acceden a la cesión a Carranza con una claúsula cuanto menos curiosa: cuando llegue el mercado invernal, el meta deberá haber disputado al menos diez encuentros. De lo contrario, los malacitanos serán libres de repescar a Ballesté sin más explicaciones.

El arquero catalán llegaba a Carranza después de un pequeño altercado en su visita el año anterior con el club malagueño, que no llegó a mayores y que seguro que está olvidado para la afición para cuando comience la temporada.

Por desgracia para él, le tocó estar toda la campaña a la sombra de un Cifuentes muy regular para el que nunca peligró la titularidad en liga. Así las cosas, Ballesté tuvo al menos sus oportunidades en la Copa, donde destacó de forma positiva, y algún partido de liga en el que Cifuentes fue sancionado. Pero poco más. Acabado el año y finalizada la sesión, volvía a su club de origen.

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