Jugador que llega con la máxima polémica posible. Sus declaraciones en el pasado contra el Cádiz, su animadversión al amarillo (se recuerda especialmente su apoyo al Sanluqueño en aquel partido en 2013 en el que el Cádiz se jugaba mantenerse en Segunda B)...consiguen romper la paz social en la afición antes de empezar.

Manuel Vizcaíno, su gran valedor, sigue contra viento y marea a pesar de las muchas manifestaciones de la afición (que llegan incluso a personarse para pitar la rueda de prensa de presentación del jugador). 

Desde que jugó sus primeros minutos en el Colombino (primer partido de liga) demostró que como clase, tenía más que todo el resto de jugadores del grupo IV juntos. Marcar tantos en una Eurocopa con la camiseta de España no es algo de lo que pueda presumir cualquiera, y el que tuvo, retuvo.

A la semana siguiente, en el primer partido en casa, le bastaron 30 segundos para reconciliarse con muchos aficionados al marcar el primer gol.
No obstante, se le nota en el comienzo la falta de ritmo y la edad. Claudio lo tiene que ir dosificando, permitiéndole que poco a poco, vaya rodando.

El mal juego le perjudica, y eso le afecta, tanto en el físico como en lo mental. Se pelea con la zaga rival y lucha, pero no se atisba la calidad que nadie le discute. Cierto es que cuesta un mundo que sus compañeros le pongan un balón medio decente.

Hay que esperar hasta diciembre para el jerezano explote y empiece a rentabilizar sus minutos con goles. A partir de entonces, siempre con trabajo y humildad, sin decir una sola palabra más alta que otra, el jerezano se fue ganando a todos y cada uno de los aficionados. Es verdad que no estaba ya para aguantar un partido entero, pero desde el pitido inicial se le podía ver presionando a los defensas rivales, incluso si no iban el resto de sus compañeros. Y cuando había suerte de que le cayera un balón bien puesto y pudiera sacar su calidad…

El club le demuestra su confianza ampliándole el contrato a mitad de temporada (renueva automáticamente si se consigue el ascenso) y parece que quiso devolver esa confianza con el tanto que certificaba de forma definitiva el salto de categoría, en el último partido en el Rico Pérez, fruto de esa presión que siempre ejercía, de creer en lo que hacía; en la misma portería en la que Abraham Paz falló aquel famoso penalti, cerrando un círculo que parecía desde el principio destinado a él. Fue su único tanto en el playoff, pero, qué tanto...

Después de ser el héroe del ascenso el año anterior, la irrupción brutal de Ortuño en la categoría de plata le conmina a un papel de suplente ya desde el verano. La edad y el fútbol no perdonan.

Pero en contra de lo que pudiera parecer, el jerezano, que llegara con tanta polémica el año anterior, no tiene un mal gesto. Ni hacia la plantilla, ni hacia el compañero que le ha quitado el sitio, ni con su entrenador. No dice esta boca es mía, salvo cuando sale al campo, en partidos de Copa (marcaría frente el Levante) o algunas segundas partes. Cuando le toca salir se parte la cara, cuando le toca mirar, chitón. Una actitud que no siempre es fácil ver en veteranos con pasado de gloria como el suyo, y ante la que hay que descubrirse.

No sólo eso, sino que cada vez que le toca salir, da todo lo que tiene, que como poco, es mucha calidad en sus botas. Ese taconazo suyo en Lugo, que sólo los genios pueden pensar y ejecutar, fue clave para un triunfo que sacó a Cervera de las arenas movedizas que le llegaban ya al cuello. La celebración del equipo, sobre él más que sobre el goleador (Alvaro) lo dice todo.

O la mejor muestra, su partido en Elche. Es el penúltimo de una primera vuelta en el que apenas ha tenido minutos y jugado, estando semanas a veces sin ser convocado. Sale faltando media hora, con su equipo, incomprensiblemente, superado por las circunstancias de un rival que a pesar de jugar con diez desde la primera parte, va por delante en el marcador. En los últimos diez minutos el jerezano, con esa calidad que sólo tienen los genios, marcó dos tantos que helaron por completo el estadio ilicitano. No era el ascenso de Elche de 1981, pero se le pareció. Fue su mejor momento en una temporada que le tocó un papel demasiado de espectador. Pero cuando hizo falta, ahí estuvo.

Eso sí, como cualquier hijo de vecino, tuvo momentos en que se desesperó. Seguramente toca fondo cuando no entra en la lista de veinte preconvocados para medirse al Rayo en casa. Ahí empieza a mandar algunos mensajes por redes sociales, como aquel enigmático “está llegando el momento de tomar una decisión”. Pero la cosa nunca pasó a mayores. Cervera, días después, como siempre, explicó dando motivos porque no contaba más con el jerezano. Fin de la polémica.

Cuando parecía que podía de nuevo tener minutos en el tramo final de liga (tras una segunda vuelta inédito) y ser el arma secreta de Cervera para los playoffs (para los que ya se barruntaba que Ortuño no llegaba bien) tiene la mala fortuna de caer en una lesión muscular que le impide totalmente tener la más mínima oportunidad.

Estaba cantado y aunque aún tenía contrato, después de un año viendo los partidos desde la grada o el banquillo, el jerezano decide marcharse del Cádiz. Cuesta creer lo diferente que fue la rueda de prensa de su despedida. Llena de aficionados que le vitorearon y aplaudieron. Las redes sociales se llenaron de mensajes de compañeros (tanto los que estaban en el Cádiz como los que no). El solito se lo había ganado. Grande Gitano