Jugador que, seguramente, pondrá los pelos de punta a los aficionados cadistas, incluso mucho tiempo después de su marcha.

Este alto lateral derecho llega al Cádiz con la liga ya empezada, el último día de plazo. Desplaza con su fichaje a Sipo, también contratado ese verano, y que sale por la misma puerta por la que entra Bermúdez. Llega de jugar dos años en Segunda con el Alcorcón (aunque ya había señales, puesto que sólo alcanzó 12 partidos jugados cada una de esas dos campañas), por lo que parece un buen fichaje, aunque parte con un handicap: tiene que quitarle el puesto a Tomás, uno de los pocos canteranos en el equipo, que además, ha empezado la liga muy enchufado.

Sin embargo, tendría suerte, pues el joven gaditano caería lesionado, por lo que la titularidad le viene casi regalada. Desde la jornada 6 hasta el ecuador de la liga, en los que ve pasar a los tres entrenadores de ese año, sólo se perdería un choque, por sanción.

Sin embargo, cada jornada que pasa, sus actuaciones van dejando más y más que desear. Bermúdez cumple ese prototipo de jugador alto torpón, más aún considerando que juega en una banda. La guinda la pone en el partido contra el Jaén en casa, en el que se complica la vida, entre su pésimo control y técnica, mala decisión, y finalmente, cesión a Aulestia (es cierto que Aulestia se la come después, pero de siempre se ha dicho que nunca una cesión debe ir entre los tres palos) que acaba en autogol, a repartir entre los dos.

Para entonces, la afición ya lo tiene claramente señalado como uno de los culpables de la penosa situación cadista, que coquetea ya descaradamente con el descenso.

Tal es la presión, que el jugador, pese a carecer de otras ofertas (de hecho, se pasaría el resto del año en blanco), decide rescindir su contrato tras el parón vacacional de navidad.

Con su etapa en el Cádiz, finalizaría su carrera deportiva, pues el jugador decidiría colgar las botas y marcharse al extranjero a prolongar sus estudios.

Foto: cadizcf.com