Despropósito absoluto, casi desde el principio, el paso de Risto Vidakovic por el banquillo amarillo.

Apuesta personal del recién estrenado director deportivo, Suárez, y con muy poca experiencia en los banquillos (segundo de Clemente en Serbia y la temporada anterior en el Écija), el bosnio era presentado ante el escepticismo general de la afición, que había clamado el regreso de David Vidal a Carranza.

Desde el primer partido, y pese a que los resultados acompañan, algo "chirría" en el equipo del balcánico. Alineaciones extrañas, jugadores en posiciones nada habituales (Enrique fue su nueve titular), y la sensación de que el exjugador bético quiere practicar un fútbol que sus jugadores no asimilan, y que parece poco adecuado para la categoría en la que milita el Cádiz.

Incluso en los días en los que el equipo gana, al técnico le llueven palos por la poca seguridad que transmite el esquema. Sólo la inoperancia de los rivales permite, en algunas ocasiones, sumar los tres puntos. Así ocurre por ejemplo, contra el Real Jaén o el Yeclano: a pesar de la victoria, el respetable no queda en absoluto convencido con lo visto sobre el verde.

Lógicamente, cuando empiezan a caer las derrotas, esas sensaciones se hacen mucho más grandes, y comienzan a arreciar las críticas. Los síntomas de que el enfermo no está bien son muchas: juego horizontal sin ninguna profundidad, rendimiento más que discutible de muchos jugadores, debilidad defensiva.

Las derrotas se suceden contra rivales de mucho menos presupuesto, y las palabras son siempre las mismas: "hay que arreglar esto, pero nadie sabe cómo".

Tras caer en Lucena, el cese de Vidakovic ya se intuye. El Consejo de Administración emite una nota a todos los medios, comunicando que está preocupado y que si no se ven cambios, habrá consecuencias. La respuesta del bosnio, en la rueda de prensa anterior al partido frente al Lorca: "no tenemos nada que arreglar, aún estamos empezando y seguimos teniendo que asimilar conceptos".

Pues va a ser que sí había algo que arreglar. Se intentó transmitir que el ultimátum, pero llega el Lorca a Carranza y con muy poquito, vuelve a hacer hincar la rodilla a un equipo que es una caricatura. La decisión ya estaba tomada en el descanso, y no se espera ni al lunes: Vidakovic y su segundo, Juan Ureña pasan a ser historia del Cádiz CF. Tras el partido, tanto técnico como jugadores reconocen que la presión del ultimátum ha pesado mucho y ha quemado el balón. Fin de la historia.