Fernando Carvallo está considerado por un número mayoritario de cadistas como el tercer vértice de la santísima trinidad de la religión amarilla, que forma junto al dios cadista Mágico González, y su hijo en la tierra (la nuestra): Pepe Mejías. El chileno no calzaba botas, llevaba guantes con los que ponía unos balones increíbles, y con los que también clavaba las faltas como muy poquitos (exceptuando los dos mencionados anteriormente) lo han hecho en Carranza en este siglo de historia. Su recuerdo, 30 años después de que dejara nuestra ciudad, perdura aún para la memoria de muchos aficionados, que casi salivan cuando evocan la clase y la técnica que este menudo (en tamaño, pero inmenso en arte futbolero) jugador nos regaló aquí. Por supuesto, no podía dejar de recibir nuestro pequeño homenaje en esta web
EQ. | TEMP. | EQUIPO | CAT | PJ | G |
1965 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1966 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1967 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1968 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1969 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1970 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1971 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1972 | UNIVERSIDAD CATOLICA | 1ªDIV. | |||
1973 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. | |||
73-74 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 34 | 2 | |
74-75 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 34 | 9 | |
75-76 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 28 | 8 | |
76-77 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 30 | 2 | |
77-78 | CÁDIZ | 1ªDIV. | 7 | 0 | |
1978 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. | |||
1979 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. | |||
1980 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. | |||
1981 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. | |||
1982 | UNIÓN ESPAÑOLA | 1ªDIV. |
Rubén Fernando Carvallo Muñoz nace en Santiago de Chile el 24 de septiembre de 1948. Su pasión y dedicación al fútbol le corren por la sangre y lo lleva en los genes, y es que Carvallo mamó fútbol desde el mismo momento en que su madre lo alumbró. Su padre, Hernán Carvallo, fue también futbolista como él, de gran talento. No en vano, disputó con su selección el mundial de 1950 de Brasil, en el que por cierto, se enfrentó a la España de los Zarra, Basora o Gaínza en un desangelado Maracaná (que sólo albergó aquel día a 16000 personas, frente a las 139000 que verían la final más famosa de los mundiales, días después).
Ya desde pequeño, en el colegio escolapios Calasanz, demostró que prometía, y que podía seguir los pasos de su padre. Así hasta que a los catorce años es reclutado para los escalafones inferiores del Universidad Católica, uno de los grandes clubes del país chileno. Podría decirse que los contactos que mantenía su padre de su época de jugador ayudaron al pequeño Fernando a acceder al club, pero lo cierto es que enseguida el pequeño Carvallo justificó su fichaje con creces.
Desde sus primeros días en el equipo de Universidad, Carvallo se movió siempre por el centro del campo, siempre con pensando en el pase perfecto, siempre dando sentido y control al juego de su equipo. Además de por eso, se caracterizó por saber compensar su físico, mucho más delgado y débil que los compañeros de su misma edad, con regate, velocidad y posicionamiento en el campo.
Tan sólo tres años le bastaron a Carvallo para pasar de jugar en el colegio, a debutar en la primera división de su país con el equipo de Universidad Católica. Era el premio merecido al duro trabajo realizado, y al talento innato con el que había nacido, y el comienzo de una impresionante carrera no ya en su club, sino incluso en su país. No en vano, en esta primera etapa, Carvallo jugaría la friolera de nada menos que ocho temporadas consecutivas con el club “católico”, destacando sobre todos ellos el de 1966, en el que se proclamaron campeones de la liga chilena.
Durante todos esos años, su progresión fue en continuo aumento, aunque casi desde que debutó, se hizo con los galones del equipo en el centro del campo. Las lesiones le respetaron, y con su calidad y su visión de juego, su jerarquía en el campo era indiscutible. Como no podía ser de otra manera, según fueron pasando los años llamó a la selección nacional de su país, con la que el año 1972 alcanzó su cénit, disputando un minimundial en Brasil.
Llegó sin embargo el año 1973, y Carvallo decidió que después de ocho temporadas, había tocado techo en el club, y optó por fichar por la Unión Española, un equipo más competitivo y de más poderío, con el que esperaba lograr mayores éxitos a nivel colectivo (en lo individual no había mucho margen de mejora). De hecho, la Unión Española iba a disputar ese año la Copa Libertadores, y terminaría proclamándose campeón del campeonato doméstico. Aunque para entonces, Carvallo ya no estaría allí: su etapa en el club rojo se vería cortada drásticamente por un episodio totalmente inesperado.
En su primera temporada como jugador de la Unión Española, el club decidió aprovechar el parón liguero por el invierno austral para realizar una gira por España, en la que jugaría diversos partidos amistosos contra equipos que estaban preparando la campaña venidera. Y precisamente, uno de esos equipos fue el Cádiz. Era el 18 de agosto de 1973. Nada hacía imaginar que ese partido significaría la llegada a Cádiz de uno de sus principales astros en toda su dilatada historia.
Efectivamente, tras el partido, los técnicos y directiva del club cadista, encabezado por Gutiérrez Trueba, quedan prendados de las maravillas que Carvallo muestra sobre el tapete. El entrenador, Domingo Balmanya, que sabía apreciar a los jugadores que cuidaban la pelota, no pudo estar más de acuerdo en que aquel menudo centrocampista ingresara en el plantel amarillo, a pesar de haberlo visto sólo noventa minutos. Así que sin dudarlo, el mandamás cadista se personó al día siguiente del partido en el hotel sevillano en el que se alojaban los sudamericanos, dispuesto a no volver a Cádiz a no ser que fuera acompañado del jugador. Dicho y hecho. Trueba y Abel Alonso (presidente del club chileno en esos momentos) llegaron a un acuerdo, y el futbolista se mostró conforme. Dar el salto a Europa, aunque fuera a un club de Segunda, era un caramelo que no podía dejar pasar. Todo ello a pesar de tratarse de un caramelo agridulce, pues establecerse en España supuso para él tener que renunciar a la selección de su país, pues por aquel entonces, no se disponían de las comunicaciones de hoy día. Pero ni tan siquiera esto fue óbice para meterse de lleno en el fútbol español con el Cádiz.
Carvallo, a pesar de que iba literalmente con lo puesto, se quedó ya en Cádiz, tras despedirse de sus compañeros. No fue hasta octubre, durante un fin de semana de parón liguero por compromiso de la selección nacional, cuando pudo viajar a su país a recoger sus efectos personales. Poco le importó, pues ante sí tenía una experiencia totalmente nueva por vivir.
Si Carvallo permaneció tanto tiempo en el Cádiz, y dejó momentos de tanta calidad, fue sin duda porque se encontró allí uno de los mejores onces que jamás ha disfrutado el cuadro amarillo en su historia. Los Santamaría, Ibáñez, Eloy y demás permitieron al chileno establecer un diálogo en su mismo idioma, el que habla del pase al pie, del cuidado exquisito con la pelota, de buscar siempre el regate en lugar del patadón. El mismo Carvallo lo cuenta así: “no sólo me encontré un grupo humano excelente, un entrenador de bandera, y una ciudad que en sus formas y en sus gentes, me recordaba mucho a Chile y me hizo sentir en casa. Además, en el campo establecimos una sintonía especial, una compenetración sin la cual seguramente no habría estado tanto tiempo allí. Pero en el Cádiz se jugaba como a mí me gustaba, se hacía el fútbol que yo siempre había querido jugar. Era un placer salir al campo cada domingo con aquel grupo tan cualificado, y hacer luego vida con ellos fuera de él”.
Fue una pena sin duda que en el que era su primer año vestido de amarillo, el equipo no ascendiera, por los pelos. Toda España estuvo de acuerdo entonces en que el Cádiz realizó una temporada excepcional, y que su fútbol era de un nivel estelar, mucho mejor que muchos de los equipos que militaban en Primera.
Ni qué decir tiene que, desde el mismo momento en que Carvallo firmó su contrato con el club, se convirtió en jugador indispensable y titular indiscutible. Como ya le ocurriera en Chile, las lesiones lo dejaron tranquilo, y era muy raro que su cara no saliera en las fotos iniciales de cada partido. A finales de esa primera temporada, Carvallo fue ya elegido por sus propios compañeros como uno de los capitanes del equipo, lo que da una idea muy clara de que pronto caló hondo entre sus compañeros y la afición, no sólo a nivel futbolístico, sino también a nivel personal.
Durante las cinco temporadas que permaneció en la disciplina cadista, no dejó de brillar con luz propia, de provocar aplausos de la grada, de obligar a sacar los pañuelos cuando daba un pase imposible que terminaba en gol o cuando ponía el balón en la escuadra tras botar una falta directa. A pesar de que vio pasar por el banquillo amarillo nada menos que a siete entrenadores, su presencia en la medular jamás fue discutida. El número ocho que solía llevar a la espalda se le quedó grabado en la piel de tanto usarlo. No era para menos.
A pesar de las sucesivas decepciones de no poder ascender de categoría, Carvallo no cejaba en su empeño, ni se planteaba regresar a su país pese a que, como va dicho, estar en Cádiz le suponía tener que renunciar al combinado nacional chileno. El premio a su fe y a su constancia llegó, como todos sabemos, en junio del 77, cuando el Cádiz pudo por fin celebrar su primer ascenso a la máxima categoría. Ascenso para el que, como no, resultó decisiva la participación del bajito centrocampista.
Y lo que tenía que haber sido una temporada gloriosa, en la que por fin el santiagueño mostrara sus habilidades en la máxima categoría española portando el escudo cadista, se convirtió en la de su salida del club, para colmo, por la puerta de atrás y sin poder ayudar a que su equipo no perdiera, como así terminaría ocurriendo, la categoría que tantos años había costado conseguir. Un triste bagaje de siete partidos disputados fue lo que arrojó aquella temporada en lo que al chileno concernía. Carvallo lo recuerda así: “tuve algunos problemas y malentendidos con el presidente, Manuel de Diego, y decidí marcharme antes de que mi imagen y el recuerdo que quedara de mí en Cádiz se vieran manchados. Surgió la posibilidad deportiva de regresar a Chile, y me marché”. De esta manera, en febrero de 1978 Carvallo salía del Cádiz de la misma manera que había llegado, casi de un día para otro, casi sin que nadie reparara en ello.
A su regreso a su país natal, Carvallo volvía al club de Unión Española, del que había salido cinco años antes para fichar por el Cádiz. A pesar de llegar rondando ya la treintena, el mediocampista estuvo nada menos que cinco temporadas consecutivas más jugando en el club españolista, cinco temporadas en las que siempre fue titular y líder indiscutible del vestuario, dentro y fuera del campo. Todavía en 1982, y siendo pilar básico del equipo, le fue ofrecida la opción de continuar, pero Carvallo sentía que su ciclo como futbolista había llegado a su fin, y que ya no se veía con fuerzas ni ganas para continuar, por lo que colgó las botas. El fútbol y el Cádiz se despedían así de uno de esos jugadores creativos, de esos que hacen cosas especiales en el campo, que muy pocos pueden, de los que hacen que el fútbol se distinga por encima del resto de deportes y tenga esa magia que sólo jugadores como él pueden otorgarle.
SU VISIÓN DE JUEGO, AL SERVICIO DE LOS BANQUILLOS
Casi aún con el olor de la hierba todavía impregnado en su piel, Carvallo pasaba de inmediato a ingresar en la nómina del personal técnico del club donde se le vio crecer como futbolista, la Universidad Católica. Comenzó trabajando con la cantera, buscando encontrar entre los muchos jóvenes que pedían una oportunidad, aquellos que destacaban; de la misma que allí mismo él fue descubierto años atrás. Mientras tanto, realizó el curso de entrenadores a nivel nacional, y gracias a la ayuda de su club, que siempre le facilitó los medios para ello, enseguida fue promocionando hasta que en 1990, daba el salto al banquillo del primer equipo.
En su visita a Cádiz en octubre de 2006 (El Rosal) Foto: cadizcf.com |
Comenzaba así su carrera como técnico de primera división, profesión que ejerce todavía hoy. Su experiencia en los banquillos se divide entre los conjuntos de Palestino (2001 y 2004), Unión Española (2003) y Universidad Católica, en varias etapas (1990, 1991, 1996, 1997, 1998, 1999, y desde 2007 hasta el momento de publicar este artículo, fecha en la que sigue dirigiendo al club estudiantil). Atesora en su palmarés un título de liga (1997) y ha jugado casi todas las temporadas la Copa Libertadores con sus equipos.
REGRESOS A CÁDIZ Y SU RECUERDO
Desde que dejara la disciplina cadista en el 78, Fernando ha regresado a Cádiz en dos ocasiones. La primera de ellas fue en 1985, invitado por el club para disputar un partido de Reyes Magos con otros exjugadores, una experiencia que todavía emociona hoy al chileno al recordarla.
La segunda fue en octubre de 2006, visita que tuvo como finalidad ojear el mercado de jóvenes jugadores, buscando la posibilidad de incorporar alguna joven promesa a su club. Sin embargo entonces se rumoreó en los medios que era una forma de presentar su candidatura a dirigir en banquillo cadista. Preguntado hoy al respecto de la posibilidad de entrenar al Cádiz, Carvallo responde que “uno siempre tiene la ilusión de entrenar en un fútbol como el español, ultraprofesional comparado con el de aquí. De la misma manera que en su día me quedé en Cádiz para aprovechar la oportunidad de jugar allí, vería con buenos ojos la experiencia de dirigirlo desde el banquillo”. Desde luego, si consigue que su equipo juegue como él lo hacía, es una opción a tener muy en cuenta.
En cualquier caso, el Cádiz debe plantearse dar el homenaje a Carvallo que merece, y reparar la forma de abandonar el club que tuvo que sufrir años atrás, en lo que a nivel institucional se refiere, ya que para el aficionado cadista, el chileno se ganó un hueco en el corazón de todos ellos. Él mismo reconoce que en su última visita a la Tacita, “me sentí casi abrumado por las muchísimas muestras de cariño, a pesar de que ha pasado tanto tiempo. Uno duda de que merezca eso y de forma tan efusiva, pero lo cierto es que no dejé de recibir buenos sentimientos y abrazos, fue algo muy bonito“. No es más que lo que usted sembró, don Fernando, Historia con mayúsculas de una de las mejores épocas del club, y que el cadismo debe elevar donde merece.
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CREACIÓN FICHA: 17/02/2008
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 17/02/2008
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