Jose González es otro de los nombres que figuran en la lista más importante que se pueda hacer del Cádiz en su historia: la generación de jóvenes gaditanos que lo dieron todo por su equipo para conseguir que los colores amarillo y azul vivieran su época más dorada, llevando el nombre del club y la ciudad por toda España. Hábil y espigado delantero, su nombre está escrito con letras de oro en la historia cadista: además de sus goles como jugador, fue el entrenador que pudo por fin sacar al Cádiz del pozo de la Segunda B
EQ. |
TEMP. |
EQUIPO |
CAT |
PJ |
G |
|
86-87 |
CÁDIZ |
1ªDIV. |
5 |
0 |
|
87-88 |
CÁDIZ |
1ªDIV. |
10 |
1 |
|
88-89 |
CÁDIZ |
1ªDIV. |
28 |
6 |
|
89-90 |
CÁDIZ |
1ªDIV. |
19 |
2 |
|
90-91 |
CÁDIZ |
1ªDIV. |
30 |
8 |
|
91-92 |
MALLORCA |
1ªDIV. |
5 |
0 |
|
92-93 |
MALLORCA |
2ªDIV. |
21 |
3 |
|
93-94 |
ALBACETE |
1ªDIV. |
10 |
0 |
|
94-95 |
RAYO VALLECANO |
2ªDIV. |
8 |
0 |
|
95-96 |
RAYO VALLECANO |
1ªDIV. |
0 |
0 |
|
95-96 |
MALAGA |
2ªDIV. B |
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|
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1996 |
TIANJIN LIFEI SAMSUNG |
1ªDIV. |
|
|
Jose Manuel González López, nacido en Cádiz el 14 de octubre de 1966, tuvo siempre claro que quería ser futbolista. Desde pequeño mantuvo una constante relación con el balón, y fue jugando en diversos equipos de las ciudades a las que por motivos de trabajo de su padre, se fue trasladando, como Chiclana y San Fernando.
Su familia recaería de nuevo en Cádiz, algo que fue muy importante, ya que esto le permitiría entrar desde muy pequeño (con 13 años) en la cantera del Cádiz, comenzando así una relación entre persona y entidad que se prolongaría durante muchos años, y quien sabe si en el futuro no volverá a ser así.
Jose González no lo tuvo fácil no obstante para ingresar en la cantera amarilla. Acudió a una prueba veraniega en el Campo del Cura, un campo de futrito en la barriada de la Paz, en la que los árboles invadían casi el terreno de juego. No fue escogido de primeras, pero Jose continuó acudiendo a los entrenamientos, hasta que por fin los técnicos supieron reconocer su valía. Así, el entonces coordinador de la cantera cadista, Marcos Revuelta, firmaba el contrato del delantero, que tendría como primer entrenador en la casa amarilla a Pepe Domínguez, en el equipo Infantil B.
De esta manera entraba Jose González en el Cádiz, y paulatinamente, fue escalando más y más en el organigrama de la casa. Así, el gaditano fue pasando sucesivamente por Infantil A, Balón Juvenil, Cádiz Juvenil, y en su tercer año como juvenil, pasó ya a hacer la pretemporada con el primer equipo. Un sueño hecho realidad que Jose apenas podía creer, cuando saltó al campo por primera vez para entrenar al lado de nombres como los de Escobar, Manolito, Juan Jose, Amarillo o Pepe Mejías.
No obstante, Jose ya había disfrutado de su debut con el primer equipo, si bien fue en circunstancias totalmente atípicas: en la segunda jornada de la temporada 84-85 los jugadores profesionales se declararon en huelga, pidiendo principalmente un sindicato de futbolistas (gracias a lo cual nació la AFE). Los equipos acudieron entonces a disputar sus encuentros con los pocos profesionales que no habían querido secundar la huelga, pero sobre todo, recurriendo a sus filiales. Esto dio la oportunidad, entre otros, a Jose González, que jugaría así su primer encuentro con el Cádiz, en el que por cierto, los amarillos derrotaron en Carranza al Celta por 2-0.
Se puede decir que Jose González es el hombre de los debuts, pues según con quien se hable, se considera una fecha u otra. Su segunda aparición con la camisola amarilla llegó en la temporada 85-86 (ya hemos dicho que entonces empezó ya la pretemporada con el primer equipo, aunque sin tener aún ficha en el mismo), en la que
Benito Joanet le dio algunos minutos en un partido de Copa frente al
Coria.
Y por fin, en la temporada 86-87, ya con ficha de profesional, se produce el debut en liga. Es
Manolo Cardo quien lo alinea por primera vez en la competición liguera, el 2 de noviembre de 1986, en el campo de Sarriá del Español, sustituyendo a
Conde. Y si bien Jose no pudo evitar que su equipo cayera por 1-0, el joven González apenas podía digerir lo que estaba viviendo: convivir día a día con profesionales de la talla de Pedraza, Cabrera,
Amarillo,
Juan Jose y el inolvidable
Mágico, del que Jose sólo cuenta maravillas y elogios. Sólo él sabe cuánto un delantero joven y que quería comerse el mundo aprendió al lado de un genio como el salvadoreño. Ni siquiera que el astro jugara una de sus mejores temporadas con el club cadista, lo que sin duda le impidió muchas veces disfrutar de más minutos, pudieron minar lo más mínimo la ilusión y admiración que significaba para el joven gaditano estar totalmente integrado en el primer equipo de su ciudad.
Esta ilusión sin embargo se vio truncada en su segunda campaña como profesional, la 87-88, bajo la dirección del uruguayo
Víctor Espárrago. Jose González sufrió una rotura de peroné que lo mantuvo en el dique seco durante muchas semanas, justo cuando parecía que empezaba a encontrar hueco en las alineaciones. Sin embargo, el destino quiso apiadarse de él: los amarillos consiguieron la permanencia más holgada de su historia, y el técnico charrúa decidió entonces promocionar a los más jóvenes y que menos oportunidades habían tenido. Jose González fue sin duda el mayor beneficiado de esta política: de las últimas doce jornadas, jugó nueve encuentros, consiguiendo además su primer tanto vestido de amarillo, frente al Betis en Carranza.
Al año siguiente, Espárrago dio un gran salto al sentarse en el banquillo del
Valencia. El uruguayo, que siempre mantiene un ojo en la cantera, se quedó con las maneras del espigado delantero, y quiso llevárselo a la capital del Turia, pero la oferta económica que hizo el cuadro che no fue suficiente para
Irigoyen, que por tanto no permitió el traspaso.
La campaña 88-89 confirma a Jose González como jugador cadista. Atrás quedaba el chaval continuamente boquiabierto ante la magnitud de lo que estaba viviendo, para dar paso a un delantero que reclamaba con sus goles su sitio en el once titular. Primero con
Senekowitsch y luego con
David Vidal, Jose González fue un habitual de las alineaciones iniciales, y sus seis goles (segundo máximo anotador del cuadro gaditano aquella temporada) contribuyeron a que el Cádiz se quedara otro año más en la elite. De hecho, Jose González marcó el gol que certificaba dicha permanencia en el último partido de liga frente al
Real Murcia. Toda la afición identificará seguramente a Jose por su tanto en la temporada 90-91 frente al Málaga en aquella
promoción de infarto, pero lo cierto es que éste recuerda casi con más cariño este tanto. Los pimentoneros estaban ya descendidos, pero a pesar de eso, y con más de treinta grados cayendo en
La Condomina, se emplearon al máximo por derrotar a un Cádiz que sin embargo, consiguió la victoria gracias al solitario tanto de González: un verdadero golazo de cabeza, a la salida de un córner botado por
Manolo Villa. Esto, sumado a otros resultados (sendas derrotas de
Español y Málaga) permitieron a los amarillos no sólo eludir el descenso, sino también la promoción, por segunda temporada consecutiva, si bien esta vez de forma mucho más ajustada y a última hora que la anterior campaña con Espárrago, que fue de tranquilidad total.
La temporada siguiente supuso un retroceso en la progresión de Jose. De nuevo las lesiones, esta vez en forma de golpe en el ojo y la nariz que le privaron de lo que parecía iba a ser un año triunfal. No en vano, Jose disputó íntegramente todos los partidos entre las jornadas segunda y décimotercera, hasta que sobrevino la citada lesión. David Vidal continuaba confiando al máximo en él, pero por desgracia, la lesión le tuvo incapacitado cerca de cuatro meses. Jose reaparecería en la jornada número 30, para disputar ya todos los encuentros hasta el final de liga, en aquella temporada de las cuatro victorias por 1-0 en los últimos cuatro partidos, y que otra vez, se saldó con el mejor de los resultados: permanencia sin pasar por la lucha a vida o muerte de la promoción.
Llegamos así a la campaña 90-91, sin duda, la mejor de Jose González en toda su carrera como jugador cadista. Tras perderse las seis primeras jornadas de liga por lesión, luego tomó parte en casi todos los demás encuentros, a pesar de los numerosos cambios de banquillo. Pero tanto David Vidal, como
Veira después y finalmente el tándem formado por
Buenaventura y Ramón Blanco confiaron en él, a lo que él respondió con goles: ocho para ser exactos, convirtiéndose así, en el máximo artillero amarillo en aquel año. Sin duda el más importante de todos ellos, o al menos el más recordado, es el que anotó frente al Málaga en
aquella dramática promoción: Jose igualó la eliminatoria al batir al meta malacitano en el partido de vuelta en Carranza, pese a que el equipo jugaba desde hacía muchos minutos con un hombre menos. Además, fue uno de los elegidos para la posterior tanda de penalties, convirtiendo su lanzamiento.
Puestos a elegir una forma de despedirse del equipo de sus amores, pocos jugadores imaginarían una mejor. El Cádiz le había dado a Jose unas vivencias que muy pocos futbolistas pueden contar en primera persona: perteneció a un grupo muy unido, del que han salido amigos para toda la vida, que se crecieron ante la adversidad y que consiguieron milagros que perdurarán en Carranza muchos años más. En época de vacas flacas en lo que a la economía se refería, Jose y muchos gaditanos como él, a cambio de sueldos muy discretos, lo dieron todo por llevar al Cádiz a lo más alto, por defender el equipo con el que habían crecido y al que siempre habían querido. La cara amarga era ver como otros compañeros traídos de fuera o de otros clubes eran mejor recompensados, y Jose decidió, como tantos otros, que había llegado la hora de cambiar eso.
Tras una campaña tan excelente, fueron varios los equipos que se interesaron por él, aunque finalmente fue el
Mallorca quien se llevó el gato al agua. Los isleños acababan de hacer caja con el traspaso de
Nadal al
FC Barcelona, y
Serra Ferrer, entonces técnico mallorquín, apostó por Jose González para utilizarlo como mediapunta. La operación fue buena para todas las partes: Irigoyen ingresaba nada menos que 100 kilos por el traspaso, y Jose firmó por fin un contrato importante. Las negociaciones, eso sí, llevaron lo suyo, y Jose empezó el verano sin saber aún donde recalaría. Incluso hizo el stage de pretemporada con el Cádiz en Hungría, pero nada más pisar de nuevo suelo español, se le comunicó su nuevo destino.
Jose hizo las maletas con la ilusión de un canterano, pero por desgracias, nuevamente las lesiones se interpondrían en su camino. Se disputaba la quinta jornada, en la que el club balear visitaba al Tenerife. Mediada la primera parte, Jose recibió una entrada tan brutal como innecesaria por detrás, causándole la rotura del ligamento cruzado y el anterior. Ni que decir tiene que esto supuso decir prácticamente adiós a la temporada. Jose reapareció en las dos últimas jornadas, pero de forma totalmente testimonial, y para colmo, con el equipo bermellón ya descendido a Segunda.
Por primera vez en su carrera, Jose conoció los rigores de la Segunda División, de la que siempre se libró por los pelos vistiendo el amarillo, en la campaña 92-93. Sin embargo, el gaditano supo adaptarse a la perfección, y fue pieza importante en los esquemas del cuadro mallorquinista. El Mallorca estuvo arriba durante toda la temporada, y consiguió clasificarse para disputar la promoción de ascenso, en la que tendría que medirse al
Albacete. Como solía ocurrir casi siempre, el equipo de mayor categoría se impuso, y los baleares tuvieron que quedarse otra campaña más en la división de plata.
Sin embargo, esto, lejos de perjudicar a Jose, significó un verdadero golpe de suerte. Como si el destino hubiera tenido un guiño con él, González acabó aquel verano recalando en el cuadro manchego. Aunque si se explican los acontecimientos, se ve enseguida la lógica de cómo ocurrió: el Albacete estaba entonces entrenado por Víctor Espárrago, que ya conocía, como dijimos anteriormente, a Jose de su etapa en el Cádiz, y al que quiso llevarse consigo al Valencia. En esta promoción, el uruguayo pudo ver en acción de nuevo a Jose, y esta vez sí que se salió con la suya. La misma suerte corrieron sus compañeros Fradera y Sala, que se pasaron al equipo que había salido victorioso del duelo entre Albacete y Mallorca.
No obstante, la aventura en la ciudad manchega no funcionó según lo esperado. Si bien el comienzo de la liga fue bueno en lo personal, poco a poco Jose fue desapareciendo de las alineaciones. Lo cierto es que el Albacete aquel año funcionó de maravilla, consiguiendo (como no podía ser de otra manera estando Espárrago en el banquillo) su permanencia más holgada en Primera en su historia, y Jose asumió con deportividad que el equipo estaba dando un gran rendimiento con el once tipo que había fabricado el técnico.
A pesar de esto, la directiva del
Carlos Belmonte ofreció a Jose ampliar su contrato. Pero entró entonces en liza el
Rayo Vallecano, que por aquellos entonces parecía más bien el Cádiz con distinto uniforme: David Vidal como técnico, y jugadores como
Barla,
Cortijo o Calderón, consiguieron convencer al delantero para trasladarse al popular barrio madrileño. Por desgracia, no tuvo suerte: apenas comenzada la temporada otra vez el fantasma de las lesiones se cruzó en su camino, esta vez castigando sus abductores. Finalmente tuvo que pasar por quirófano, y para cuando quiso recuperar el ritmo, ya era demasiado tarde. El Rayo no obstante, iba lanzado hacia Primera, objetivo que consiguió tras una brillante campaña.
Jose decidió permanecer en el cuadro franjirrojo, e intentar así quitarse el mal sabor de boca que le había dejado la campaña anterior, esta vez en Primera. Pero las oportunidades no llegaban, y ante la ausencia de minutos, Jose decide cambiar de aires en el mercado invernal. Jose sabía que el fin de su carrera estaba cerca, y no prefería aprovechar sus últimos años como jugador sobre el campo, y no en el banquillo. Así, y de la mano de
Antonio Benítez, el gaditano ficha por el
Málaga, que aquella temporada militaba en Segunda B. Jose realizó una buena labor con los blanquiazules, que quedaron únicamente a un punto de la liguilla de ascenso. Sin embargo, y ante los problemas institucionales de los boquerones por aquella época, Jose decide abandonar
La Rosaleda.
Parecía que la retirada era inevitable, pero surgió entonces una oportunidad tan inesperada como exótica: jugar en la
Superliga China (CSL), ávida de jugadores con experiencia en los grandes torneos domésticos europeos, tras dos temporadas de andadura como campeonato profesional. Ante la oportunidad que suponía, tanto desde un punto de vista personal, como por la importante oferta económica, Jose se decidió a mudarse al país asiático por unos meses. Debido a que allí la temporada se disputa de marzo a octubre, sin descanso en verano, Jose sólo pudo disputar la mitad de la campaña, una vez que quedó libre del Málaga, en el equipo del
Tianjin Lifei - Samsung (TEDA).
Tras la aventura china, y a la edad de 31 años, Jose decidió que había llegado la hora de colgar las botas, aunque ni mucho menos, se trataba de un adiós al fútbol. Muy poco después pasaría a formar parte de una de las páginas más importantes de nuestros 100 años de vida como entrenador, pero eso es ya otra historia…