Tuvo que venir él. Tras casi tres cuartos de siglo de espera, de muchas decepciones, no fue hasta cuando vino él, en el año 77, en que un conocido exjugador del Real Madrid, aunque con un currículum muy ligero como entrenador, hacía realidad los sueños de cientos de miles de gaditanos, de tres generaciones que llevaban esperando mucho tiempo para ver a su equipo, al fin, en Primera. A pesar del logro conseguido, jamás alardeó, y se fue con la misma humildad con la que había llegado, demasiada quizás, lo que permitió que algunos se aprovecharan de él, y que saliera del club que tanto le debía, de la peor manera posible.
Esta es la historia de Enrique Mateos.
Enrique Mateos Mancebo, nació en Madrid, el 15 de julio de 1934. Lo hizo en el seno de una familia trabajadora y muy conocida en su barrio: su madre regentaba una panadería, y muchas veces miraba para otro lado cuando a sus clientes, en una España mísera a las puertas de una guerra, no les alcanzaba para pagar sus viandas.
Desde siempre le gustó e interesó el fútbol, aunque lo jugaba con total despreocupación, como si la cosa no fuera con él. Ya en su colegio, los Salesianos de Atocha, Enrique se desenvuelve con la soltura y gracilidad que habrían de caracterizarle en toda su etapa como jugador.
Sus primeros equipos federados fueron, el Colonia San Fermín y el Boetticher, equipo asociado a la fábrica de ascensores. De ahí, da el salto al Plus Ultra, que fue el trampolín definitivo para llegar al fútbol profesional de más alto nivel. No lo sabe mucha gente, pero la familia de Mateos era mayoritariamente colchonera, y él mismo estuvo a punto de fimar por el Atlético. Sin embargo, un “incidente” inesperado cambió el rumbo de los acontecimientos.
El 24 de febrero de 1954, la selección nacional, sumida en la búsqueda de una plaza para el Mundial de 1954 (que se disputaba a cara o cruz contra Turquía, y que terminaría siendo decidida por la famosa mano inocente del bambino), se enfrenta, a modo de entrenamiento, al Plus Ultra, en el estadio Metropolitano de la capital española. El equipo asegurador, reforzado con algunos suplentes de la zamarra nacional, derrota a la selección por 4-3. Sin embargo, como reza la edición de El Mundo Deportivo del día siguiente, “ha destacado por encima el interior derecho Mateo”.
Con Paco Baena y Di Stéfano | En el Real Madrid (con Di Stéfano) |
Su actuación fue tal, que el Real Madrid enseguida se puso en marcha, y en poco más de un mes lo tenía ya en su disciplina. ¡El 5 de abril de ese mismo ya debutaba en liga con el equipo blanco! No sólo eso, sino que lo hizo sin complejos y destacando, valga el titular de ABC de ese partido: “la nota destacada del partido fue la presentación de Mateos, quien realizó una magnífica exhibición, recordando a Luis Regueiro”. De hecho, se permitió el lujo, con todo descaro, de marcar el gol que inauguraba el marcador.
Este sería el comienzo de una etapa que habría de durar nada menos que ocho temporadas, de las más laureadas del cuadro blanco en toda su historia. Especialmente estuvo brillante en la campaña 56-57, única en la que se le dio confianza de verdad: disputó 21 partidos de liga, en los que anotó 14 tantos. Será casualidad o no, pero ese año la entidad merengue ganó la liga, la Copa de Europa y la Copa Latina. En estos ocho años, Mateos fue ocho veces internacional, ganó trece títulos, entre ellos, cuatro cetros europeos. Un palmarés verdaderamente impresionante.
En la temporada 61-62 llega Miguel Muñoz a Chamartín, y el madrileño le comunicaría a su paisano que no contaba con él, y que se tenía que buscar equipo. Así, a sus 27 años, Mateos deja una camiseta blanca para vestir otra, la del Sevilla. En el cuadro hispalense estaría tres temporadas. En la primera de ellas, haría 14 dianas, siendo, de largo, el máximo goleador nervionense.
Su estancia en Sevilla le valió además para conocer a la que sería su mujer, gracias a Luis del Sol, compañero en el Real Madrid. Las que serían sus futuras esposas eran hermanas entre sí.
Tras este trienio sevillista, Mateos juega una campaña en el Recreativo de Huelva, aunque no terminaría la temporada: el Betis lo llamaría para que les ayudara a conseguir la permanencia, y eso fue justo lo que hizo: en los seis últimos partidos marcó dos goles vitales para la supervivencia de los verdiblancos en la máxima categoría. Mateos permanecería otra liga más en Heliópolis.
Al concluir su contrato con el Betis, se enrolaría en la Gimnástica de Torrelavega, y tras una campaña en Cantabria, Mateos decidiría irse a la aventura, y probar suerte en otras ligas exóticas. Jugó en Estados Unidos, en Cleveland, posteriormente, se iría a Sudáfrica, al East London, pero Mateos no pudo soportar las cosas que vio en el país negro, y se volvió, “totalmente horrorizado y alucionado de las condiciones de vida de la gente de color en aquel país, no podía comprender lo del apartheid, que todo estuviera separado para blancos y negros”, nos cuenta su hijo, también llamado Enrique. De ahí saltó al Toluca de Santander, en México, para, esta vez sí, colgar definitivamente las botas.
COMIENZA SU CARRERA EN LOS BANQUILLOS
Tras la experiencia sudafricana, Mateos decide colgar definitivamente las botas, aunque en absoluto se alejaría del mundo del fútbol. Primero ejerció como ojeador y relaciones públicas de algunos clubs madrileños, como el Eurovillas, para posteriormente decidirse por ejercer como entrenador. Su carrera comenzaría en el Fuencarral, madrileño barrio del norte de la capital.
Con Jose Mª García | Con Mané y Carvallo |
Un año después llegaría a su primer conjunto de importancia en los banquillos, con el mítico Pegaso, homónimo de la fábrica de camiones, entonces un club potente y con solera en el balompié madrileño y nacional, y que entonces militaba en Tercera División (cuando aún no existía la Segunda B). En su primera campaña como técnico profesional, llevó a la escuadra madrileña a la ronda de octavos de copa, donde tuvo que llegar todo un Hércules para apartarlos del sueño del torneo del KO.
Y con este escaso currículum, Manuel de Diego, presidente cadista recién elegido en las urnas, se decide a contratarle para confiarle la tarea de enderezar un Cádiz que no daba pie con bola en los últimos años. El sueño de subir a Primera parecía, cuando llegó él, una quimera que tendría que esperar, primero había que normalizar la situación. Mateos se saltó varias etapas y nos llevó directamente al cielo. Según nos cuenta Enrique Mateos Jr. el contacto pudo llegar vía el periodista Jose María García, muy próximo al preparador madrileño, y que pudo ser el que recomendó a Mateos al presi amarillo.
UN ASCENSO IMPOSIBLE PARA TODOS, MENOS PARA ÉL
Desde el primer día, Mateos marcó su sello, humilde como él solo, sin hacer el más mínimo ruido, pero sin permitir desagravios e insolencias en sus jugadores, se hizo cargo de una plantilla sobredimensionada. Incorporando en su cuerpo técnico a nombres conocidos por la afición gaditana, como el exjugador Manolín Bueno y el antiguo entrenador Luis Escarti, tuvo que ayudar al presidente a aligerar la carga de profesionales, que amenazaba con terminar de hundir la maltrecha tesorería cadista.
A punto de empezar la competición, estableció las que serían sus líneas de trabajo y señas de identidad: “puede que los jugadores estén ahora un poco asustados de mis métodos (nada más llegar instauró un sistema de multas para atajar los problemas de indisciplina), pero verán con el tiempo que soy buena persona y buen profesional. Yo no hago caso de los nombres, sino del pundonor de cada uno. Se que llego a un Cádiz sin grandes pretesiones, pero es mi primera gran oportunidad como entrenador, y no regatearé desvelos en conseguir las metas establecidas”.
Mateos contó muchísimo desde el primer día con la cantera. Ese año, con él a los mandos, debutaron en el Cádiz jugadores tan importantes para nuestra historia como Botubot, Escobar, Rosado o Franzón. Supo, además, aprovechar el talento que derrochaban futbolistas como Urrurchurtu, Mané, Ibáñez, Villalba o Quino, que esa temporada rindieron de forma espectacular, su mejor años como profesionales. También contó, como no podía ser de otra manera, con Carvallo, aunque el chileno no estuvo tan excepcional como en las dos campañas anteriores. Aún así, su aportación fue también muy destacada para conseguir el premio final.
El campeonato empieza en Carranza, el 5 de septiembre de 1976, frente al Córdoba. Lleno total en el campo cadista, para ver el debut de los pupilos del técnico madrileño, que forma con el siguiente once: Santamaría, Puig, Díaz, Cuiñas, Botubot, Urruchurtu, Villalba, Carvallo, Quino, Ibáñez y Mané (da vértigo leer esa delantera, quien la cogiera en el momento de redactar esta biografía, con el equipo cuarto en la tabla y con una grave crisis institucional y deportiva, tras el empate en casa frente al Almería B). Desde el primer día se empezaron a hacer los deberes: victoria por 2-1, ambos tantos materializados por Ibáñez. A pesar de eso, la edición de “La Hoja del Lunes” califica su actuación como REGULAR, alegando que en pretemporada se le ha visto mejor. Igualito que ahora.
Presentación con De Diego | En un entrenamiento |
Desde ese día el Cádiz enamora con su juego, y sólo su falta de maldad arriba le priva de salirse de la tabla. Para muestra un botón. En la séptima jornada, los amarillos visitan El Molinón (el Sporting terminaría siendo el campeón de la división de plata), los foráneos caen por 1-0, habiendo tenido Ibáñez una pena máxima que desaprovechó. A pesar de ello, el presidente cadista, dijo, tras concluir el choque, que “ha sido un partido estupendo en todos los sentidos. Ahí queda el público gijonense, para dar fe de ello. La desgracia se ha cebado con nosotros, el Cádiz ha sido el único sobre el terreno de juego. Todos nuestros jugadores se han portado de manera tan perfecta, que voy a proponer a mi directiva que se les obsequie con alguna cantidad en metálico”.
Mateos y sus chicos consiguen hacer de Carranza un fortín, mientras que queda un poco pendiente la asignatura de los partidos lejos de casa, aunque esto hay que verlo con la perspectiva de que entonces, la victoria otorgaba dos puntos y no tres, y por ello, un empate a domicilio se consideraba un excelente resultado.
Con el paso de las jornadas, el Cádiz se va quitando la careta, y se revela como un lobo con piel de cordero. Ya no vale el discurso de la permanencia y estabilidad: este año sí, el ascenso no se puede escapar. Se nota la mano de Mateos, sus jugadores practican un fútbol vistoso y preciosista, que sabe reponerse de dificultades, y que no tiene piedad con sus rivales.
El cuadro amarillo se termina de confirmar como candidato al ascenso en el ecuador de la competición: entre las jornadas 18 y 25, los gaditanos suman 14 puntos de 18 posibles, encaramándose a los puestos altos de la tabla, que ya no abandonarían.
La visita del líder vino a bajar un poco los humos. Ya se sabe, era carnaval, y tocaba perder. El Sporting se paseó por Carranza, ganando por 1-5, y eso que no estaba Quini en sus filas, lesionado. No obstante, la prensa local lo tenía claro: “la afición desfiló triste, porque sus fiestas de carnaval habían tenido un final inesperado, pero así es el fútbol y así hay que aceptarlo. La situación del Cádiz sigue siendo privilegiada, el ascenso no se ha esfumado. ¡Ánimo muchachos del Cádiz! La afición sigue con ustedes y espera confiada en vuestra reacción”.
Esa reacción tardó en llegar, porque en los siguientes cuatro partidos, el Cádiz sólo pudo sumar dos puntos, y por momentos, parecía que el sueño se convertía en pesadilla, esfumándose en la recta final. El entorno del conjunto dirigido por Mateos empieza a temer que se ha empezado a perder fuelle cuando más había que apretar, y que el ascenso podía quedarse en una quimera inalcanzable.
Afortunadamente, esta vez el destino nos tenía preparado otro desenlace, y el técnico madrileño supo motivar de nuevo a sus hombres, y hacerles ver que eran muy capaces de llegar a la élite del balompié español. La recta final del campeonato es no apta para cardíacos, aunque, visto con perspectiva, lo cierto es que el Cádiz estaba en una posición que hacía casi imposible que perdieran el ascenso.
En la jornada 34, el Cádiz ve cómo una pésima actuación arbitral le cuesta el partido en casa frente al Alavés, que gana por 0-2 (Jorge Valdano, actual director técnico del Real Madrid, hizo el segundo tanto). Se producen altercados en los alrededores del estadio gaditano: los nervios están a flor de piel, es mucho lo que está en juego. Se acortan diferencias: el Oviedo, cuarto clasificado, queda a un solo punto de los andaluces.
Una semana después la escuadra amarilla viaja al Nou Camp, del que obtiene un punto frente al filial barcelonista, aunque se critica a Mateos por echar el equipo atrás tras adelantarse en el marcados. El preparador madrileño avisa: “este punto, dependiendo de otros resultados, nos puede dar el ascenso a Primera”. Lo que en realidad está haciendo Mateos es quitarle presión a sus jugadores, que son nuevos en estas lides, y se muestras muy nerviosos ante la perspectiva de perder un permio que tienen tan al alcance de la mano. La labor psicológica de Mateos en estos días de nerviosismo es impagable.
La jornada fue buena para los intereses cadistas: todos sus rivales directos, menos el Jaén, han empatado, por lo que el más inmediato perseguidor aún tiene que recortar un punto.
Antepenúltima jornada, partido trampa. Se recibe al Sant Andreu, casi desahuciado ya para conseguir la permanencia. Mucho que perder y poco que ganar. Sin embargo, el trabajo de Enrique da sus frutos, y los futbolistas, libres de toda presión, y a pesar de empezar perdiendo, machacan sin piedad a los catalanes (5-1), enviando un mensaje claro a sus rivales: no van a permitir que nadie les quite, en el último suspiro, el trabajo de todo un año. Una vez más, el sello de Mateos está tras el éxito. Una vez más, el equipo se ha rehecho tras un traspiés, algo que antes era un milagro. La entrada de Carvallo, tras el descanso, es vital para desatascar el juego amarillo, y abrir huecos en la defensa planteada por un viejo conocido como Fernando Daucik.
La mala noticia es que el Oviedo también ha ganado su partido, por lo que las diferencias continúan inalteradas, pero el Cádiz sigue dependiendo de sí mismo para ganar. Las cuentas son claras: empatar en Getafe (próximo partido) y vencer en casa en la última jornada al Tarrasa.
El partido de Getafe estuvo envuelto en muchísima polémica, y es que, ante los rumores de compra del colegiado de este encuentro, la Federación decide sustituir al mismo un día antes del duelo (hecho que se intentó ocultar alegando que el trencilla designado inicialmente había caído enfermo). Eso no puede ni debe empañar el hecho de que hasta 6.000 gaditanos se desplazaron hasta la capital de España (y entonces el viaje era mucho más penoso y largo que ahora), para registrar un lleno que no habían visto nunca en Las Margaritas.
Enrique Mateos estuvo particularmente soberbio en este encuentro. Por enésima vez, supo dar alas a sus pupilos para reponerse del tanto inicial del rival, y al poco del descanso, Quino hacía el empate. Las noticias que llegaban del Carlos Tartiere, donde en fraticida derby asturiano se medían Sporting y Real Oviedo (separados por tres puntos), favorecen a los intereses amarillos: a falta de seis minutos para el final, los rojiblancos se adelantan en el marcador. El Cádiz, tras sufrir las acometidas del Getafe, está ahora a verlas venir, con su rival agotado por el esfuerzo realizado. Santamaría ha salvado a su equipo en un par de ocasiones. Mateos no lo duda, y da orden de agarrar pájaro en mano, y no arriesgar un punto que vale casi un ascenso. Concluyen los dos partidos, y el Cádiz saca una ventaja de dos puntos al Real Oviedo, único equipo que puede ya darle caza. Un empate en la última jornada, en el Ramón de Carranza, vale un billete hacia la Primera División.
Sobre aquella mágica tarde de junio de 1977, está todo prácticamente ya dicho. Los tantos de Villalba y Antolín Ortega llevan la locura y el delirio a un Carranza que ni siendo diez veces más grande hubiera podido dar cabida a toda la ilusión y alegría que había por toda la ciudad.
Llora emocionado el ascenso | Se felicita con Rovira |
A falta del testimonio del principal protagonista, revivir aquel día en boca de su hijo mayor tampoco tiene desperdicio: “aún se me saltan las lágrimas, y mira que ha pasado tiempo, cuando recuerdo aquel día. Yo tenía trece años. Yo particularmente estaba en Madrid siguiendo mis estudios, pero a menudo viajábamos donde iba el Cádiz, para estar con mi padre. Recuerdo las dos últimas salidas, en Barcelona y Getafe, que me quedé totalmente impresionado con la cantidad de gaditanos que había en las gradas, era algo increíble. El día del último partido viajamos en avión hasta Jerez, y nada más entrar en la ciudad, nos inundó el color amarillo. Balcones, coches, motos...todo el mundo llevaba una camiseta, un banderín, una bandera...La directiva iba por la calle regalando banderas, querían darle el mayor colorido posible al estadio y a la ciudad. Dos horas antes del partido el campo ya estaba totalmente lleno, era un verdadero espectáculo, más aún a los ojos de un niño como era yo todavía.”
Enrique Mateos hijo continúa recordando: “con el segundo gol, todo el mundo se tiró al campo, y quedaba más de la mitad del partido, pero la alegría era ya incontenible. Diez minutos antes de terminar, recuerdo que la policía tuvo que hacer un cordón para permitir que se terminara el partido, porque era imposible controlar a aquella marea humana.”
“Con el partido todavía por terminar, mi padre se metió en los vestuarios. Pensaba que los jugadores eran los artífices de aquella proeza, y él no quería ningún protagonismo. Pero un teniente de la policía se percató de su ausencia, y lo hizo salir casi a la fuerza, llevado a hombro por él y otros compañeros. ¿Cómo no va a estar usted ahí fuera don Enrique?”
“Acabado el partido, mi madre, mis hermanos y yo tuvimos que entrar en casa por el garaje, era materialmente imposible hacerlo por la puerta principal. Cuando por fin consiguió llegar él también, nos fundimos todos en un abrazo que jamás olvidaré, estábamos todos llorando de la emoción. Por más años que pasaron después, mi padre, que había ganado todo con el Real Madrid, salvado al Betis de bajar...siempre dijo que la mayor satisfacción que había obtenido jamás del fútbol era aquel ascenso. Estábamos todos en una nube”.
LA CARA AMARGA DEL FÚTBOL
No se caracteriza el fútbol, precisamente, por su memoria histórica y por su gratitud. Habían pasado apenas unas semanas del momento más importante en la historia del Cádiz CF, y empezaron las tiranteces entre De Diego y Mateos, que tan triste final habían de tener. Nos lo cuenta su hijo: “mi padre era un entrenador muy del jugador, siempre estaba a su lado. En el verano posterior al ascenso, los días fueron pasando y los jugadores no cobraban las primas prometidas. Asi, hasta que en el Trofeo de la La Línea, éstos se plantaron, y se negaron a jugar si no se resolvía el tema. Mi padre lo tuvo clarísimo y se posicionó del lado de sus jugadores, no podía dejarlos. Al final se solucionó el problema y se jugó el trofeo, pero a partir de ese momento, la relación entre presidente y entrenador se fue degradando”.
Continúa contando el hijo mayor de Enrique que “mi padre era muy recto, y llevaba sus principios hasta las últimas consecuencias. A raíz de este enfrentamiento con el presidente, fue a hablar con él, y dejó en su mesa un reloj de oro con el que le había obsequiado tras el ascenso. Yo no me vendo a nadie, le dijo. A partir de ahí, la relación fue ya insostenible, y fue más eso, que el rendimiento deportivo del equipo, lo que terminó provocando el cese”.
Comida de celebración del ascenso | Cádiz - Deportivo (76-77) |
Las palabras del hijo de Enrique pueden llevar razón, y es que, cuando finalmente se anuncia la destitución de Mateos, tras la octava jornada, el Cádiz cierra la clasificación, aunque tiene por delante nada menos que a siete equipos (Atl. Madrid, Burgos, Betis, Español, Racing Santander, Sporting y Sevilla), todos ellos. como mucho, a dos puntos. Nunca sabremos qué habría ocurrido si el madrileño hubiera seguido en el banquillo cadista, pero lo cierto es que el cuadro amarillo terminaría descendiendo como farolillo rojo, a mucha distancia de la salvación (ocho puntos).
Tras su etapa en el Cádiz, Enrique continuó con su carrera de entrenador, sentándose en los banquillos de Deportivo (Segunda División), Orihuela, Fuengirola, Ronda y Linares. Su última experiencia fue en el Orihuela en el año 92.
Tras esto, Enrique Mateos decide, con su familia, dar por finalizada su involucración en el mundo del fútbol. Su esposa, sevillana, tras una vida entera siguiéndole a los lugares más recónditos, le conminó a retirarse a Sevilla, donde terminaría falleciendo el 6 de junio de 2001, a punto de cumplir los 68 años.
Lo que no morirá nunca será su recuerdo en Cádiz, imborrable para siempre, no sólo por el tremendo éxito deportivo que trajo, sino también por sus cualidades como persona.
MANÉ: “ERA EL PADRINO DE MI HIJA, CON ESO LO DIGO TODO”
Uno de los jugadores que más brilló bajo su mando, fue el genio Mané, al que Mateos supo entender como pocos. El gaditano se deshace en elogios evocando la figura de su entrenador más admirado: “era un técnico que vino sin currículum ninguno, y consiguió el ascenso. Sabía muchísimo de fútbol, y supo rodearse de gente que sabía mucho también, como Luis Escarti. Era un hombre serio y recto, que siempre fue por derecho, a las claras: jamás tuvo ningún problema con nadie, ni conmigo ni con nadie del vestuario, toda la plantilla estaba con él, y viceversa”.
Respecto al ascenso, Mané recuerda que “él estaba como en un globo, pasaban los días y seguía sin poder creérselo, fue una ilusión tremenda para él. No exagero si digo que fue de los que más se alegró, y eso que no era gaditano. Al año siguiente, se veía que no estaba bien, aunque eso no fue motivo para el descenso, simplemente, no teníamos plantilla para mantenernos”.
Mané termina definiendo con una frase como fue su relación con él: “éramos compadres, fue el padrino de mi hija, con eso creo que explico perfectamente la relación que tuvimos él y yo. Fue como un segundo padre para mí”.
Ascenso del Cádiz, partido contra el Terrassa |
LUIS ESCARTI: "SIEMPRE CONFIABA EN MÍ PARA LOS INFORMES DE LOS CONTRARIOS"
Otro que conoce bien a Enrique Mateos y su forma de trabajar es Luis Escarti, su segundo de a bordo mientras estuvo en el Cádiz, que lo recuerda así: "se le notaba que aún le faltaba experiencia en los banquillos. No conocía muy bien a los equipos contrarios, a los que siempre me enviaba a mí a espiarlos, confiaba en mí plenamente. Pero tenía muchas tablas, sabía llevar perfectamente el vestuario, se le notaba en cada palabra y cada gesto, los muchos años que había pasado en el Real Madrid. Vivía el fútbol muy intensamente, tenía mucho temperamento pero era una excelente persona. Supo aprovechar y conducir muy bien la veteranía de los mayores, y combinarla con los más jóvenes. En ese sentido, también se dejaba aconsejar mucho por mí, y cuando tenía que subir a uno del filial, si los informes eran buenos, no le temblaba el pulso en absoluto".
SU ESTIRPE SIGUE SUS PASOS
Enrique Mateos tuvo, además del ya aquí reseñado, tres hijos más: otro varón, Francisco Javier, y dos mujeres, Ana María y Rocío del Pilar. Los dos hombres siguieron también sus pasos, aunque, como es lógico, quedaron muy lejos de los hitos que marcó su progenitor. Así, Enrique Jr. jugó, entre otros, en el Poli Ejido, Conquense, Pegaso (donde coincidió con Quique Sánchez Flores) y Orihuela, mientras que su hermano menor defendió las camisetas de equipos más humildes, como el Mairena, Los Palacios o el Utrera, además de ser una temporada, entrenador del Puerto Real.
Jugando en el Cleveland Strokers |
CREACIÓN FICHA: 03/02/2011
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 03/02/2011
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