Ocho años. Nada menos. Casi una década formando parte de la delantera del Cádiz, correteando por la banda izquierda de un Carranza recién inaugurado. Pese a nacer en el otro extremo de la piel de toro, apenas cruzó el puente sobre Cortadura, empezó a sentirse un gaditano más y a integrarse dentro nuestra ciudad como si allí hubiera visto la luz, donde continua viviendo, después de más de cuarenta años después de retirarse.
Tan bajito como hábil, clásico interior izquierdo, con un disparo mortal y capaz de echarse al equipo a sus espaldas, hizo todas las diabluras que quiso hasta que decidió colgar las botas. Formó parte de una delantera de ensueño, de las que veremos pocas más en Carranza, junto a Almagro, Marcelo, Mosquera y Soriano. Ahí es nada.
EQ. | TEMP. | EQUIPO | CAT | PJ | G |
51-52 | SANT ANDREU | 2ªDIV. | 27 | 10 | |
52-53 | SANT ANDREU | 2ªDIV. | 29 | 11 | |
53-54 | TENERIFE | 2ªDIV. | 27 | 14 | |
54-55 | SABADELL | 2ªDIV. | 16 | 7 | |
54-55 | ESPANYOL | 1ªDIV. | 6 | 3 | |
55-56 | ESPAÑA TÁNGER | 2ªDIV. | 29 | 19 | |
56-57 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 28 | 8 | |
57-58 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 16 | 7 |
|
58-59 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 24 | 6 |
|
59-60 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 18 | 6 | |
60-61 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 29 | 5 | |
61-62 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 26 | 4 | |
62-63 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 22 | 4 | |
63-64 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 18 | 8 | |
64-65 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 23 | 10 | |
65-66 | CÁDIZ | 2ªDIV. | 21 | 4 |
Adolfo Bolea Sanz, nacido en Pueblo Seco (Barcelona), el 24 de marzo de 1933. No tenía por delante, el bueno, muy buenos precisamente por vivir. Pese a todo lo que acontecía a su alrededor, y la época convulsa que le tocó sufrir desde que tuvo conciencia, como el niño que era intentaba disfrutar de su infancia en el colegio, dándole patadas a unos trapos anudados que hacían las veces de balón improvisado.
Poco a poco, lo que parecía el único divertimento que podía tener un niño de su edad en los duros años de posguerra, fue dando paso a una obsesión que le llevó a enrolarse en diferentes equipos, en los que compartía vestuario con hombres que casi podían ser sus padres. A duras penas sobrepasaba los catorce años cuando comenzó a jugar en los equipos de Regional de lugares como Turó, Premiá de Mar o Blanes.
Ya muy joven destaca por su excelente visión de juego, y su habilidad para el regate, así como su ambivalencia con las dos piernas. Su progresión es imparable, y así, se planta con tan sólo 17 primaveras en todo un Sant Andreu, en Segunda División, con contrato profesional. Fue en la temporada 51-52, tras comenzar la campaña jugando con el Blanes en Regional.
Es curioso saber cómo fichó Bolea por el club del histórico barrio barcelonés, a la par que nos ilustra cuán diferentes eran aquellos tiempos, especialmente para el fútbol y el deporte: “el nivel económico de entonces no te permitía, ni mucho menos, vivir únicamente del fútbol, que casi era más un complemento, tanto a tu vida personal como en lo económico. Yo trabajaba en una fábrica de neumáticos, y allí conmigo trabajan también muchos de los que eran periodistas deportivos de la época. Nadie estaba a salvo de la pobreza. Uno de ellos me vio jugar en regional, y recomendó mi fichaje por la UE Sant Andreu”.
En su segunda temporada en la escuadra de los colores de la Senyera, la campaña 1952-53, éste pasa a ser filial del RCD Espanyol, por lo que Bolea pasa a formar parte, digámoslo así, de la cantera de la entidad blanquiazul, acercándose así cada vez más a la élite del fútbol nacional.
Alineación con el Sabadell (gracias a rebote57) |
Jugando con el Sabadell (gracias a rebote57) |
Su calidad es indiscutible, y los responsables de cantera del Español tienen claro que allí hay jugador, al que sólo hay que darle los últimos toques para tenerlo listo para el primer equipo. Así pues, se decide su cesión al Tenerife, que milita en Segunda División, con más aspiraciones que las del modesto San Andrés.
Su campaña con los canarios es intachable, juega todos los partidos de liga y el público está encantado con él. La prensa local lo llega a llamar incluso "el Kubala de las Islas". A pesar de que club y jugador están más contentos con el otro, el Espanyol decide traerlo de vuelta a su Cataluña natal: el avance de Bolea se mantiene constante, su año en las Islas Afortunadas ha sido para enmarcar y conviene observarlo de cerca, por si en algún momento puede contribuir con los periquitos en la máxima categoría. En pocos meses la decisión se manifestaría de lo más acertada. Bolea retorna por tanto a Barcelona, para formar parte del Sabadell, que milita en el Grupo Norte de la categoría de plata.
La idea inicial era que estuviera en el conjunto arlequinado hasta junio, pero el Español, metido en zona de negativos y peleando por no caer en descenso, necesita revulsivos allá donde los haya, y el joven Bolea se presenta como una posibilidad más que interesante. Así pues, en enero de 1955 es requerido por Odilo Bravo (técnico periquito a la sazón) para incorporarse a la primera plantilla, todo un sueño que el joven Bolea casi no podía creer.
De esta manera, el menudo interior hace su debut en la máxima categoría el 23 de enero de 1955, en el desaparecido estadio de Sarriá, frente al Valladolid. Pese a que su equipo tan sólo cosechó un empate, el debut fue por todo lo alto, y el periódico El Mundo Deportivo le dedicaba estas palabras en su primera aparición: “...el debutante Bolea, que venía dando un curso de soltura, colocación, inteligencia y toque de balón, ... Marcet y Bolea. He aquí los dos hombres de la tarde. Aunque no consiguieran la victoria para sus colores, es indudable que fueron lo mejor sobre el campo...El pequeño Bolea, muy fácil con la pelota, cubriendo mucho campo, se entendió a las mil maravillas con un Marcet recuperado”.
De once encuentros que quedan cuando llega el de Pueblo Seco, disputa seis de ellos (recordemos que entonces no había sustituciones durante los partidos, lo que da mucho más valor a esta estadística), anotando tres goles.
Sorprendentemente, y pese a que Bolea evidencia cualidades más que suficientes para continuar ligado al club catalán, que ha conseguido mantenerse en la máxima categoría, no renueva el contrato de Adolfo, que finaliza así su relación con el club que le dio la oportunidad de debutar. No sabía entonces el jugador que comenzaba ahí su camino hacia Cádiz, donde se quedaría para siempre.
Libre de compromisos, Bolea decide firmar por el España de Tánger, que milita en la Segunda División española. Su aventura marroquí es muy efímera, de una única campaña. Y es que tras jugar allí la liga del ejercicio 55-56, el país norafricano consigue la independencia, con lo que todos los equipos antes integrados en la liga española desaparecen, y los jugadores que los integran han de retornar todos a la península. El destino de muchísimos de ellos, por cercanía, fue Cádiz, al que se año llegaron hasta siete jugadores procedentes del mismo equipo. Además de Bolea, cruzaron el estrecho para vestirse de amarillos hombres como García Ojeda, Granados o Lorente, además del técnico Santiago Núñez, “cabecilla” del grupo, y razón por la que todos ellos, incluido el protagonista de esta biografía, se deciden a firmar con el club que preside entonces Julián Arana. Tras una penosa travesía en el desierto de Tercera (e incluso Regional) de once campañas, el Cádiz vuelve a emerger en Segunda, donde quiere asentarse para completar la hazaña que dejaron inconclusa los jugadores del grupo V.
Todavía hoy le cuesta creer a Bolea que aquel era el comienzo de una relación que habría de durar nada menos que diez campañas: “diez temporadas...parece increíble. Es algo que en fútbol no se da casi nunca, menos aún entonces, cuando los equipos cambiaban sus plantillas casi enteras de año en año. Cádiz me encantó desde el primer día, me casé aquí y ya me quedé para siempre”.
En casi una década, como es fácil deducir, Bolea vivió todo tipo de situaciones. Alternó años de bandera con otros en los que apenas se le podía reconocer por su mal rendimiento. Aunque sin duda alguna, cuando más se habló de Adolfo fue en el verano de 1960. Tras una campaña horrorosa a nivel personal, y que tampoco fue nada buena en lo colectivo (Márquez Veiga tuvo que despedir a Camilo Liz y recurrir a Diego “Valor” Villalonga para salvar la categoría), Bolea tuvo un pie y medio fuera del Cádiz. El jugador llegó a ser apartado del equipo por bajo rendimiento, y es que el catalán estaba completamente fuera de forma, y las malas influencias le habían llevado por el mal camino, estando a punto de poner en peligro la continuidad de su vida deportiva. Las malas lenguas contaban que, mal influenciado por otros, Bolea se movía mejor por la noche gaditana que por el césped de Carranza.
Su marcha está ya decidida por Villalonga, pero finalmente se produjo un relevo en los banquillos: llegó Jose Luis Riera, que supo ver en él sus excelentes condiciones, y decidió darle una última oportunidad. Tan arrepentido por su comportamiento, y deseoso de permanecer en Cádiz y en el Cádiz estaba el jugador, que éste firmó un cheque en blanco para su renovación: “presidente, págueme lo que usted quiera, pero deje me quede en el equipo, eso fue lo que me dijo”, recuerda entre sonrisas Márquez Veiga, mandamás de la nave cadista por aquellos tiempos.
Formando parte de una de las mejores delanteras cadistas |
Saque honor partido homenaje tras su retirada |
Aquello, que algunos quisieron interpretar como un signo de debilidad, se terminó rebelando como un acierto redondo. Bolea, de la noche a la mañana, dio un giro de 180 grados, y realizó una campaña simplemente sensacional. Costaba mucho creer que aquel fuera el mismo jugador que sólo hacía unos meses atrás a duras penas se dejaba ver por el campo y al que las malas lenguas relacionaban más preocupado de dominar la noche gaditana que el balón en el Carranza.
Riera supo exprimir todo el jugo que tenía, y con Soriano, juntos revolucionaron, cada uno en una banda, a un Cádiz que llegó a rozar con los dedos la gloria de la Primera División, un rendimiento que no se veía por estos pagos desde hacía dos décadas. Situado casi siempre en la izquierda, volvió locos a todos aquellos que se ofrecieron a intentar quitarle el balón, y dio todo tipo de pases de gol. Se echaba el equipo a la espalda sin ningún pudor, y explotó al máximo sus mejores condiciones: un tremendo disparo a puerta y una claridad meridiana a la hora de dar el último pase. El mismo jugador reconoce que aquella fue “mi mejor campaña como profesional en toda mi carrera futbolística”.
Las otras dos temporadas en las que el antiguo zaguero del Atlético de Madrid estuvo al frente del cuerpo técnico amarillo no le fueron nada mal tampoco. De nuevo en la 62-63 el equipo volvió a salirse, y nuevamente la mala fortuna los apeó del salto a la élite. Junto con el peruano Mosquera y Manolo Soriano, formó una de las mejores delanteras que han disfrutado los socios cadistas.
Bolea recuerda con añoranza aquellos tiempos: “junto a Mosquera, Soriano, Marcelo y Almagro formamos una delantera sensacional. Éramos todos muy bajitos, pero nos hartábamos a hacer fútbol y goles. Entonces el ambiente en el vestuario era sensacional. Éramos todos amigos y compañeros, y nuestra vida fuera del fútbol era con los mismos con los que jugábamos. Convivíamos muchísimo tiempo fuera del terreno de juego. Eso, hoy día, es impensable”.
Tras concluir la campaña 63-64, los caminos de Bolea y Cádiz CF se separan, aunque no de forma definitiva. Adolfo ponía fin así a toda una década teñida de amarillo, en la que hubo de todo. No obstante, el jugador tenía todavía el gusanillo, y cómo ya hemos contado, para entonces era ya un gaditano más, que no tenía la más mínima intención de alejarse. Así pues, surgió la posibilidad de terminar su carrera en el Balón de Cádiz, y el zurdo no se lo pensó. El catalán firmaba con el equipo de Pedro Fernández, con el que disputaría dos campañas, ambas en Tercera, para, esta vez sí, colgar las botas en el verano de 1966.
PARTIDO HOMENAJE
A pesar de que la retirada de Bolea humeaba aún en los periódicos, enseguida le fue organizado un partido homenaje por sus doce años ligado al fútbol gaditano, algo que habla muy a las claras de cuán hondo caló el juego y el carácter de Bolea en sus seguidores.
El 22 de agosto de 1966 Carranza se llenaba para despedir a uno de sus ídolos, tras toda una vida al servicio del amarillo y azul. El invitado de honor fue el Recreativo de Huelva, al que se enfrentó el Cádiz reforzado, una última vez, con el interior zurdo, concluyendo el encuentro con el resultado de empate a un gol. El hijo de Bolea realizó el saque de honor.
Con Domingo Balmanya (siendo su segundo en el Cádiz) |
Foto oficial como entrenador Portuense |
JUGADOR Y ENTRENADOR CADISTA
Adolfo Bolea es uno de los pocos elegidos que puede presumir de haber sido jugador y entrenador del conjunto cadista. Tras abandonar la práctica del fútbol en activo comenzó sus pinitos como entrenador: en apenas unos días pasó de liderar al Balón de Cádiz en el campo, a hacerlo desde el banquillo.
Más tarde, se convertiría en miembro del equipo técnico del propio Cádiz CF, al ser elegido por Domingo Balmanya como su segundo de a bordo, con el que tuvo dos temporadas para enmarcar: “no voy a descubrir yo ahora a este señor. Era un grandísimo entrenador, y mejor persona ,y guardo un gran recuerdo de él. Al ser los dos de Barcelona, nos entendíamos mejor si cabe. Es muy fácil entenderse con gente que sabe tanto de fútbol”.
Y finalmente, en la temporada 75-76, tras las destituciones de Barinaga y Arza, se hizo con las riendas del equipo, si bien, por una enfermedad, no culminó la campaña y tuvo que dejar su sitio a Luis Escarti para la promoción frente al Barakaldo.
Después de aquello, entrenó a otros equipos como Portuense, Puerto Real y Antequera, para alejarse definitivamente de los banquillos y el fútbol bastante joven: “el fútbol se ha convertido en algo físico. En mis tiempos, jugábamos los que sabíamos. Ahora cualquiera que sea fuerte y corra tiene sitio en un equipo. Con algunas excepciones como el Barcelona de Cruyff o ahora el de Guardiola, todos los equipos juegan a ser más potentes que el otro”.
A ver quién le dice que no lleva razón...
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CREACIÓN FICHA: 20/09/2009
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 20/09/2009
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